Cordial saludo
Profesional en Mercadeo con Maestría en Educación, consultor y formador en competencias laborales para el Retail, (SENA), – Formación para el trabajo -. Doctor Honoris Causa en Mercadeo, con énfasis en Perceptología Comercial, Gerente general de RETAIL MASTER (Formación incluyente para el Retail), amplia experiencia en formación y vinculación de personas con discapacidad para el mundo del Retail. gerenciaretailmaster@gmail.com ... Síganme en X como: @jaime_pepo
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Un mito que aqueja al aula y la enseñanza, limitando las oportunidades de desarrollar competencias digitales para miles de aprendientes.
Desde la aparición de la tecnología y su incorporación en varios aspectos de la vida cotidiana, se han denominado a las personas nacidas bajo este paradigma como nativos digitales. Este grupo de personas son consideradas expertas en conocimientos digitales y se le distingue por la forma en la que entienden y utilizan la tecnología en comparación con las generaciones anteriores. El término se fortalece con el paso del tiempo, a pesar de tener una base empírica limitada y llevar a repercusiones negativas para quienes ya enfrentan formas de desigualdad social.
El concepto de “nativo digital” ganó notoriedad en 2001, al ser acuñado por el tecnólogo Marc Prensky. Este definió a las personas nativas digitales como nacidas después de 1980, los cuales llegaron a un mundo influenciado por el internet más que por los periódicos o la televisión; por lo que tienen una comprensión y operación natural de las herramientas digitales, a diferencia de los inmigrantes digitales quienes no las dominan.
Prensky aseguró que al momento de escribir este artículo, la juventud estaba inmersa en la tecnología desde su nacimiento, lo que le atribuía características como: altos niveles de aptitudes digitales, la capacidad de realizar múltiples tareas a la vez (multitasking), alfabetización de distintos medios, conectividad constante, la necesidad de ser veloces en la entrega de información, la cultura de compartir datos y una actitud única hacia la educación. Además, el escrito incluía que la rápida llegada y propagación de la tecnología había transformado la manera en que el estudiantado piensa y procesa información, siéndoles complicado destacar académicamente utilizando métodos pedagógicos del momento considerados como «obsoletos».
Sin embargo, ningún estudio científico o sociológico fue usado para respaldar estas afirmaciones; sino que la mayoría de los individuos nacidos antes de 1980 optaron por aceptar su veracidad al pensar que tenía sentido. Y mientras es verdad que para la generación de 1940 ha representado un desafío lidiar con recursos digitales, no significa que quienes iniciaron con estas herramientas tengan un entendimiento innato de las mismas.
Un estudio de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos explica que en el campo de la sociología, la teoría generacional fue desarrollada para esclarecer las diferencias entre las cohortes de las poblaciones. El sociólogo alemán Mannheim estableció que el análisis de generaciones brinda un medio para comprender a la sociedad, y estos grupos fueron formados mediante una ubicación en común con experiencias y eventos compartidos a través de la historia. Además, especialistas posteriores concluyeron que este sistema proporciona flexibilidad y nuevas perspectivas para abordar problemas sociales y propiciar soluciones.
Don Tapscott, experto en estrategia empresarial, delimitó en 1998 a la “Generación Net” como una que utilizando los medios digitales desarrollaría y superpondría su cultura al resto de la sociedad, siendo una fuerza de transformación social. Varios años después Prensky publicó su texto, y posterior a este otros autores pronunciaron a la juventud con estos atributos como millennials (Howe y Strauss, 2009), huérfanos digitales (Susana Lluna, 2017) y cretinos digitales (Michel Desmurget, 2019).
A su vez, la pedagoga británica especializada en sociología de la educación Rebecca Eynon describe que algunos tienen la noción de que las nuevas tecnologías han forjado características contundentes en las vidas de personas jóvenes, afectando la manera en que se comunican, socializan, crean y aprenden. Añade que Prensky los contempla como hablantes nativos del lenguaje digital de computadoras, videojuegos e internet; advirtiendo que es fundamental que la educación cambie para apoyarlos, pues son los inmigrantes digitales quienes los guían y enseñan.
Para ella, la idea del nativo digital tiene elementos tanto positivos como negativos. Por el lado favorable, se crea una comprensión de los jóvenes y el uso de tecnologías, ya que expone que hace tiempo la comunidad científica no consideraba las experiencias y perspectivas de juventudes, sino hasta los años 60 cuando se convirtió en un foco de investigación. Cualquier iniciativa que aliente a investigadores, responsables de políticas, docentes, entre otros actores a prestar atención al uso de recursos digitales por parte de las y los jóvenes es valiosa.
También sugiere que existen algunas pizcas de verdad sobre esta premisa, puesto que es una mayor porción de jóvenes que usan internet a comparación de las generaciones que les anteceden y la edad suele ser un factor importante para modelos que explican quién se beneficia más de la tecnología. Igualmente, hay teorías que se relacionan con este razonamiento, por ejemplo: los nuevos medios conectan a las generaciones, lo que puede unirlas por una cultura en común (Jenkins, 2009), asimismo, la tecnología funge como una manera de experimentar una sensación de autonomía y control personal sobre diferentes aspectos de la vida (Buckingham, 2008; Davies y Eynon, 2013).
Empero, Eynon advierte que conceptualizar así a las y los jóvenes es delicado. Si cualquier persona nacida después de 1980 es considerada como nativa digital, entonces se cubre una amplia gama de individuos de todas las edades y etapas de la vida, es decir, una proporción significativa de la población. Así, el término carece de sentido, pues técnicamente ahora muchos cuidadores y docentes son tan competentes como sus contrapartes jóvenes.
De la misma manera, observa que este discurso enmarca la relación de la juventud con la tecnología de un modo distópico, pensando que las infancias vulnerables serán explotadas por la tecnología o expuestas a contenidos indeseables; promoviendo una visión utópica, donde niñas y niños tienen una capacidad innata para usarla. Incluso, insinúa que los expertos y profesores son novatos y la juventud debe enseñarles cómo usar estas herramientas.
Eynon destaca que estos temas son visibles en el discurso popular y político sobre las y los jóvenes, perpetuando esta teoría y ganando terreno en debates sobre el futuro de la educación. Por su parte, Prensky notó que su propuesta cobró relevancia, pero a pesar de que estas declaraciones despertaron interés haciéndose parte del léxico cultural y académico, seguían sin tener fundamento. El tecnólogo procuró sustentar su planteamiento con otras publicaciones, pero no lo logró.
En cambio, algunos estudios que han sido conducidos a fin de analizar el rol de la tecnología y la juventud han determinado que:
Diversas investigaciones han refutado el mito de la natividad digital, cuestionando el discurso. Mientras tanto, otros autores como Diego Levis, han criticado el término, argumentando que una fecha de nacimiento no es un factor de inclusión o exclusión en la sociedad. Él puntualiza que “es un lema propagandístico de carácter reaccionario que oculta, entre otras cosas, la incapacidad que tenemos para comprender los comportamientos de los jóvenes, sus motivaciones y sus necesidades”. Así mismo, sostiene que el hecho de ser una persona joven no se traduce en dominar la tecnología, pues en algunos casos son casi analfabetas digitales aún cuando tengan los medios a su alcance.
El diario francés Le Monde también realizó un reportaje que puso en duda la destreza digital de la juventud, sin incluir el uso de redes sociales o blogs, con testimonios de docentes quienes detallaron las dificultades de incorporar computadoras en su método de enseñanza. Hicieron hincapié en lo complicado que resulta para las y los adolescentes realizar búsquedas y seleccionar información en línea. Igualmente, una investigación de la Universidad de Stanford reveló que varios alumnos que podrían ser categorizados como nativos digitales carecen de competencias críticas que sirven para evaluar la información encontrada virtualmente.
Prensky mismo reconoce que esta noción se ha malinterpretado y simplificado de forma desproporcionada, ignorando las necesidades de educación pero también de capacitación de habilidades digitales. El profesor Edwin Ortiz Herazo señala que estas aptitudes realmente no se deben a la era de nacimiento, sino al aprendizaje y educación continua.
El profesor de innovación Enrique Dans hace ver que es un error de partida suponer que la juventud está mejor preparada para encarar la tecnología debido a que ha formado parte habitual de su entorno. Esto, puesto que aunque la omnipresencia logra que no les sea un concepto ajeno, para nada se les instruye para su uso. Menciona que los más jóvenes no cuentan con ningún tipo de modificación genética que los prepare de forma distinta, y si son hábiles para la tecnología, se debe a que está a su alcance y sobre todo porque hoy en día los dispositivos son fabricados y programados de manera cada vez más intuitiva.
“Planteémonos que la tecnología, como cualquier otro entorno, precisa de un acompañamiento responsable, de una dedicación de tiempo y recursos, de una didáctica y de una serie de reglas”, agrega Dans.
Sue Benett, Karl Maton y Lisa Kervin pormenorizan en su texto The ‘digital natives’ debate: A critical review of the evidence que no existe algún estudio que demuestre que las personas denominadas nativas digitales sean más aptas previamente para la tecnología. Sugieren que la noción de que estos individuos tengan conocimientos sofisticados y altas capacidades sea relativizado como mínimo.
Disponer de facilidad para el funcionamiento básico de hardware y software no representa que entiendan de mejor manera el marco digital en el que se desarrolla la sociedad actual, es decir, que les cuesta trabajo entender la actividad del ecosistema social al igual que las generaciones anteriores. Para esto, el filósofo y experto en tecnología y sociedad, Ferran Adell, expone que es fundamental que alguien le facilite a la juventud los recursos pertinentes para entender el marco digital en el que se opera hoy en día, generando un contexto que propicie la constitución de ciudadanos más críticos e insertos en la transformación social.
Lo anterior resulta imperativo, pues los debates actuales sobre política y buenas prácticas educativas están enraizados en la mentalidad que contempla que el estudiantado nacido en una época de medios digitales es distinta a las precedentes; lo cual da como resultado que docentes, administradores educativos y responsables de política y medios de comunicación valoren que es necesario un enfoque diferente para ellos. Y quizás sí sea necesario un acercamiento distinto en educación, pero no que provengan de conjeturas sin certeza.
Ante la inhabilidad de Prensky por probar su teoría, permeó la incertidumbre acerca de la aplicabilidad de sus conceptos, sobre todo en países que tienen contextos educativos distintos con acceso limitado a tecnología y circunstancias económicas y sociales que restringen las virtudes del ámbito virtual; designado como la brecha digital (Van Dijk, 2006).
Lo trazado por Prensky también evocó otras preocupaciones. Si esta consigna fuera cierta, el pedagogo Paul Kirschner y el investigador Pedro De Bruyckere orientan que podría interpretarse como que los profesores de nativos digitales, siendo inmigrantes digitales, impiden el aprendizaje de las y los jóvenes y que entonces cuando estas juventudes lleguen a ser docentes, el problema se resolverá.
Por ende, la inexistencia de esta noción tiene como consecuencia ayudar a que el profesorado no asuma los talentos y competencias de su alumnado, con los cuales probablemente no cuentan. Como cualquier otra habilidad, deben enseñarse, acompañarse y adquirse adecuadamente.
“Las habilidades digitales no son binarias. No se trata de que las tengas o no. Hay un espectro enorme, decimos: ‘Bueno, si tienen un teléfono inteligente, deben tener habilidades’. Pero esa no es realmente la realidad de cómo se adquieren las competencias”, menciona Amanda Bergson-Shilcock, integrante senior de la National Skills Coalition.
Otro elemento inquietante que destacan Kirschner y De Bruyckere consiste en promover el mito generalizado de que las personas pueden realizar multitareas (multitasking). Este atribuye presuntas capacidades de la arquitectura cognitiva humana y del procesamiento de la información, cuando se ha desmentido a través de varias evidencias, su efecto nocivo en procesos cognitivos, de productividad y de salud mental.
Del mismo modo, la doctora en psicología clínica e investigación, Inmaculada Jauregui, declara que el exceso de estimulación sensorial digital produce trastornos de atención, concentración, memoria y aprendizaje. Resalta que existen estudios sobre cómo interfiere el sueño en la memoria después de ver videos o jugar videojuegos.
En virtud de todo lo anterior, Rebecca Eynon, identifica tres problemáticas contundentes como riesgos en el discurso del nativo digital:
1. Apoyo a las y los niños en una era de redes – hay diferencias en la razón y manera en que las personas usan la tecnología, lo que tiene que ver más con la etapa de vida en la que se encuentran, su contexto social o intereses, que con la capacidad o incapacidad de utilizar los recursos digitales.
2. Desigualdades digitales – algunas investigaciones han comprobado las diferencias entre la forma que las y los jóvenes interactúan con la tecnología y las ventajas que obtienen de la misma, lo cual se basa en factores socioeconómicos. Por ejemplo, las personas con recursos económicos limitados tienden a tener un acceso de menor calidad a estos instrumentos, así como menos individuos pueden apoyarles, y por ende, suelen ser menos capacitados.
3. La aceptación del status quo – el discurso de natividad digital estimula la idea de que todo uso de tecnología es emocionante y posiciona la noción de que potenciará a la futura sociedad. Este pensamiento encauza en una aceptación generalizada del status quo, contemplando que estos recursos son benéficos y la juventud debe ser capaz de aprovecharla.
Entonces, en realidad si muchas niñas, niños y adolescentes gestionan adecuadamente las aplicaciones tiene más que ver con la capacidad de los desarrolladores a fin de generar herramientas atractivas. Sin embargo, esto no constituye que conozcan cómo sacar partido de las posibilidades digitales o navegar en línea de forma segura.
Igualmente, una problemática adicional tiene que ver con la capacitación y competencias digitales de las y los docentes. Algunos maestros no se sienten lo suficientemente confiados para liderar acciones sobre alfabetización de medios virtuales. Por tanto, es primordial que las instituciones educativas y formuladores de políticas públicas inviertan en programas de formación que los convierte en participantes activos de estas necesidades latentes. De forma que, se logre dotar a los nuevos ciudadanos de recursos suficientes para conceptualizar el impacto social de la tecnología.
“Necesitamos más que un centro tecnológico que le diga a la gente cómo conectarse al WiFi: necesitamos centros de atención donde la gente que necesita ayuda no se sienta mal al pedirla”, establece Clay Shirky, vicerrector de tecnologías educativas de la Universidad de Nueva York.
En 2009, Prensky transformó la terminología de nativo digital por sabiduría digital. Planteó que a medida que las generaciones progresan en el siglo XXI todas habrán crecido con recursos tecnológicos, lo que desdibuja la distinción que pautaba entre nativos e inmigrantes digitales. Igualmente, identificó que la alfabetización digital y la competencia de crítica son esenciales y solicitó que las y los educadores piensen sus enfoques de enseñanza ante nuevas generaciones.
La premisa de nativos digitales minimiza la intención de comprender la conexión de la juventud con la tecnología. Reformular el discurso para hallar respuestas, respaldadas por investigaciones, es esencial para consolidar un sistema educativo innovador y justo. A pesar de que lo que se entiende por nativo digital se ha alterado con el paso del tiempo, definir a las y los estudiantes como “aprendices digitales” los coloca al centro de la educación, en lugar de encasillarlos en propiedades predefinidas y estandarizar el aprendizaje.
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