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Por qué el Gerente Moderno Debe Pensar Como un Comerciante del Siglo XIX
Ignacio Gomez Escobar
Hace poco me hice la pregunta sobre las diferencias del comerciante del siglo XIX y del siglo XXI y si ese comerciante de hoy tenía algo que aprender de este y debía pensar como el de dos siglos atrás y le pregunte a la IA (Geminai) y me respondió esto, bien interesante:
Una Oficina en la Era del Vapor y el Telégrafo
Imagine una oficina en Londres, alrededor de 1870. No hay monitores parpadeando con datos en tiempo real, ni videoconferencias conectando continentes al instante. En su lugar, un comerciante se sienta ante un escritorio de roble macizo, cubierto de libros de contabilidad, cartas de crédito y telegramas, algunos de los cuales llevan días o semanas en tránsito.
Con estas herramientas, orquesta una operación global compleja: financia la construcción de un ferrocarril en las Américas, adquiere algodón de la India y coordina el envío de textiles terminados a los mercados coloniales de África.
Toma una decisión de millones de libras esterlinas basándose en el informe de un agente de confianza, la evaluación de un familiar desde París y su propio y profundo entendimiento del riesgo geopolítico.
Esta escena encapsula una paradoja fundamental: la primera economía verdaderamente global fue construida con tecnología primitiva.
La paradoja del siglo XIX es que sus comerciantes, armados con herramientas que hoy nos parecen arcaicas, dominaron principios atemporales y centrados en lo humano, la confianza, el control de la información, la asunción de riesgos visionarios y la construcción de sistemas.
Este informe argumentará que estos mismos principios, forjados en el crisol de la Revolución Industrial, no son reliquias del pasado, sino los complementos esenciales y a menudo olvidados del conjunto de herramientas tecnológicas del gerente del siglo XXI.
El gerente de hoy, ahogado en datos pero sediento de sabiduría, debe aprender a pensar como el comerciante de ayer para navegar el turbulento entorno actual, un mundo de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA) que sus predecesores del siglo XIX reconocerían al instante.
El Mundo que los Comerciantes Crearon: Navegando la Globalización 1.0
Para comprender la mentalidad del comerciante, primero debemos visualizar el paisaje empresarial que habitaba: una era de disrupción y oportunidad análoga a nuestra propia era digital.
La Tiranía de la Distancia y el Amanecer de la Conexión
El siglo XIX fue testigo de disrupciones tecnológicas que redefinieron el mundo. La máquina de vapor, aplicada a ferrocarriles y barcos, fue el internet de su época: comprimió el tiempo y el espacio, alterando fundamentalmente la logística y el acceso a los mercados.
La construcción masiva de líneas férreas, carreteras y puertos redujo drásticamente los tiempos y costos de transporte. Este avance permitió la producción en masa al abaratar el costo de las materias primas que llegaban a las fábricas y el de los bienes terminados que se distribuían a las ciudades y a los mercados internacionales. Entre 1820 y 1840, el número de patentes registradas en Inglaterra se disparó, reflejando una era de innovación tecnológica sin precedentes.
A su vez, el telégrafo, al igual que la mensajería instantánea de hoy, creó una expectativa de velocidad, pero también introdujo nuevas vulnerabilidades y la necesidad de lo que ahora llamamos seguridad de la información.
Este período vio nacer una economía internacional interconectada, donde las naciones industriales demandaban materias primas de todo el mundo y buscaban nuevos mercados para sus productos manufacturados.
Este proceso, denominado la "primera globalización", creó una interdependencia y una complejidad sistémica nunca antes vistas, sentando las bases del comercio mundial moderno.
La Anatomía de un Trato en el Siglo XIX
En esta era, los negocios no se realizaban a través de plataformas automatizadas, sino mediante una intrincada red de relaciones humanas.
Una transacción internacional típica no dependía de algoritmos, sino del conocimiento personal, las conexiones familiares y una reputación intachable.
Instrumentos como las letras de cambio y la apertura de cuentas en casas bancarias eran fundamentales para gestionar los pagos a través de grandes distancias.
La confianza era el activo más valioso, dada la enorme dificultad de hacer cumplir contratos a través de las fronteras. Los comerciantes construían esta confianza a través de mecanismos deliberados: enviaban a miembros de la familia al extranjero para gestionar sucursales, como lo hizo la familia Rothschild para crear un imperio financiero paneuropeo; intercambiaban favores y cultivaban meticulosamente una reputación de integridad. El comerciante evolucionó de ser un miembro de un gremio local a un poderoso intermediario global, a menudo controlando tanto el suministro de materias primas como la comercialización de los productos terminados, disociando así la producción de la venta por primera vez a gran escala.
El Nacimiento del Entorno VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad)
La visión convencional del siglo XIX es la de un mundo lento y simple. Sin embargo, un análisis más profundo revela que la velocidad del cambio y la emergencia de la complejidad sistémica crearon el primer verdadero entorno VUCA para los líderes empresariales.
La Revolución Industrial no fue un proceso lineal, sino una serie caótica de shocks tecnológicos que destruyeron industrias antiguas, como los gremios artesanales, y crearon otras nuevas, generando una inmensa Volatilidad.
Finalmente, no existía un cuerpo universal de derecho mercantil ni prácticas estandarizadas.
El éxito de un trato dependía de la capacidad de interpretar el carácter y la intención de un socio a miles de kilómetros de distancia, una profunda Ambigüedad.
La mentalidad desarrollada por el comerciante del siglo XIX no fue producto de un mundo simple, sino un mecanismo de supervivencia altamente evolucionado para uno complejo y peligroso, un precursor directo de los desafíos que enfrentan los líderes modernos.
La Mentalidad del Comerciante: Un Plan para Prosperar en la Incertidumbre
Principio 1: La Confianza como Capital Definitivo
En un mundo sin tribunales internacionales robustos ni verificación de identidad digital, el nombre de un comerciante era su hoja de balance. Este "capital reputacional" se construía meticulosamente a través de un comportamiento consistente, redes sociales y una integridad visible.
La familia Rothschild institucionalizó este principio al colocar a miembros de la familia en centros financieros clave como Fráncfort, Viena, Londres, París y Nápoles, creando un circuito cerrado de comunicación y flujo de capital de alta confianza. Esto contrasta marcadamente con el entorno digital actual, a menudo transaccional y anónimo, donde la confianza se asume o se externaliza a algoritmos.
El desafío moderno no es la falta de mecanismos de confianza, sino su impersonalidad. Tenemos contratos, depósitos en garantía y blockchain, pero la confianza de las partes interesadas está en mínimos históricos.
El riesgo reputacional es ahora una preocupación primordial para los consejos de administración. La lección del comerciante es que la confianza es una inversión activa y continua en las relaciones, no una característica pasiva de un sistema.
Principio 2: Dominar el Arbitraje de Información
Antes del torrente de datos en tiempo real, una sola pieza de información oportuna podía forjar una fortuna. La famosa historia de Nathan Rothschild enterándose de la victoria de Wellington en Waterloo un día antes que el gobierno británico es el ejemplo arquetípico.
Los comerciantes cultivaban redes de agentes, corresponsales y contactos no solo para las operaciones, sino para la inteligencia. Su habilidad no residía en procesar vastos conjuntos de datos, sino en evaluar la calidad de una fuente y sintetizar piezas dispares de información cualitativa para entender qué mercancías se producían, dónde, por quién y cómo se necesitaban.
El gerente de hoy se enfrenta al problema inverso: tiene datos infinitos pero una capacidad finita para procesarlos. El desafío ha pasado de la escasez de información al discernimiento de la misma. La mentalidad del comerciante nos enseña a priorizar la señal sobre el ruido, a valorar la inteligencia humana cualitativa junto con los datos cuantitativos y a comprender que la información más valiosa a menudo se encuentra fuera de las estructuras formales de reporte.
Principio 3: Riesgo Visionario: La Prudencia de los Audaces
La filosofía de riesgo de magnates como Cornelius Vanderbilt ilustra una dualidad clave.
Su genio residía en hacer apuestas audaces que definían a la empresa sobre el futuro del transporte, primero con los barcos de vapor y luego, de manera decisiva, al pivotar toda su fortuna hacia los ferrocarriles cuando vio su potencial transformador. Sin embargo, su filosofía financiera personal era profundamente conservadora: evitaba la deuda, ahorraba agresivamente y gastaba poco, asegurándose de tener siempre el capital necesario para actuar con audacia cuando surgía la oportunidad.
Su famosa cita, "No los voy a demandar porque la ley es muy lenta, los voy a arruinar", revela una mentalidad centrada en la dominación del mercado, no solo en la participación.
Esto contrasta con el modelo de los Rothschild, que gestionaban el riesgo de forma sistémica financiando gobiernos y una cartera diversificada de proyectos industriales. La gestión de riesgos corporativa moderna a menudo se centra en mitigar las desventajas y evitar el fracaso, lo que puede conducir al incrementalismo y a la incapacidad de hacer las apuestas audaces necesarias para el liderazgo del mercado.
La lección de Vanderbilt es sobre la asimetría estratégica: una prudencia extrema en las finanzas operativas para permitir una audacia extrema en la inversión estratégica.
Principio 4: El Gerente como Constructor de Sistemas
Los comerciantes más grandes no solo jugaban el juego; construían el campo de juego. Eran intermediarios que se convirtieron en integradores.
Financiaron las minas que producían las materias primas, los barcos y ferrocarriles que las transportaban, y las fábricas que las procesaban. No buscaban simplemente obtener beneficios dentro de un mercado; buscaban crear y controlar toda la cadena de valor, construyendo los ecosistemas comerciales de su tiempo.
Peter Drucker observó que las empresas modernas crecen cada vez más a través de alianzas y asociaciones, lo que requiere que los gerentes lideren más allá de su autoridad directa.
Este es el mundo que el comerciante del siglo XIX dominó. La lección para los gerentes es cambiar su pensamiento de optimizar su organización a orquestar su ecosistema, construyendo plataformas y creando valor a través de redes, no solo dentro de sus propias cuatro paredes.
Ecos en la C-Suite: Aplicando la Sabiduría del Siglo XIX a la Frontera Digital
Nota: C- Suite se refiere a los ejecutivos de más alto rango en una organización, cuyos títulos a menudo comienzan con la letra "C" de la palabra inglesa "Chief" (Jefe). Estos líderes, como el director ejecutivo (CEO) o el director Financiero (CFO), son responsables de tomar decisiones estratégicas clave, definir la dirección de la empresa y garantizar el éxito a largo plazo del negocio.
La sección final traduce estas ideas históricas en un manual práctico para el liderazgo moderno, demostrando que los desafíos fundamentales de la gestión permanecen constantes a pesar de la evolución tecnológica.
Liderar más allá de la Autoridad en el Mundo VUCA
El comerciante del siglo XIX gestionaba una red global de agentes, socios y proveedores sobre los cuales no tenía un control jerárquico formal.
Su influencia se basaba en la reputación, el interés mutuo y la capacidad de persuasión. Esto es un precedente histórico directo de los desafíos modernos de liderar equipos multifuncionales, gestionar trabajadores de la economía colaborativa y orquestar asociaciones complejas. Este modelo histórico se conecta directamente con la necesidad contemporánea de un liderazgo basado en la influencia, no en el mando.
El líder moderno en una organización plana y ágil debe desarrollar habilidades de comunicación, inteligencia emocional y motivación , las mismas "habilidades blandas" que eran la moneda de cambio del comercio del siglo XIX.
Resiliencia y la Visión a Largo Plazo
El enfoque del comerciante en activos tangibles, reputación personal y relaciones a largo plazo creó negocios que podían soportar pánicos financieros, guerras y disrupciones tecnológicas.
El cambio de Vanderbilt de los barcos al ferrocarril no fue un giro a corto plazo, sino una migración estratégica de capital que duró una década, basada en una visión del futuro. Esto proporciona un poderoso antídoto a la mentalidad cortoplacista, impulsada por los resultados trimestrales, que hace que muchas corporaciones modernas sean frágiles.
El enfoque en la construcción de valor duradero, en lugar de perseguir tendencias de mercado fugaces, crea resiliencia organizacional.
El contexto histórico de navegar la competencia imperial y los ciclos económicos demuestra la importancia de un núcleo estratégico estable y a largo plazo.
El Algoritmo Humano: Cultivando el Juicio en la Era de la IA
La lección final, y quizás la más importante, se refiere al juicio humano. En una era en la que el análisis de datos e incluso la toma de decisiones se delegan cada vez más a los algoritmos, la capacidad exclusivamente humana para el juicio se convierte en la máxima ventaja competitiva.
El mundo del comerciante era uno de "pocos datos y alto contexto".
Sobresalían en leer a las personas, comprender situaciones políticas matizadas y dar saltos intuitivos, habilidades que la inteligencia artificial no puede replicar.
El gerente moderno opera en un mundo de "muchos datos y bajo contexto". El desafío es reaprender el arte del contexto. Esto significa fomentar habilidades como el autoconocimiento, la empatía, el pensamiento crítico y el razonamiento ético
El gerente del futuro debe ser el "humano en el bucle", haciendo las preguntas que los datos no pueden responder, desafiando las suposiciones del algoritmo y tomando la decisión final basada en la sabiduría, no solo en la información.
Conclusión
Volvamos a la imagen inicial de la oficina del comerciante y contrastémosla con el panel de control digital del gerente moderno. Las herramientas han cambiado hasta ser irreconocibles, pero los desafíos fundamentales siguen siendo los mismos: cómo actuar con decisión ante la incertidumbre, cómo construir confianza a través de la distancia, cómo distinguir la oportunidad del ruido y cómo construir algo que perdure.
El gerente moderno está armado con el poderoso "código" de la era digital: análisis de datos, inteligencia artificial y comunicación instantánea.
Pero para liderar de verdad, debe integrar este código con la sabiduría del "Comodoro". El fantasma en la máquina no es un algoritmo; es el arte atemporal y centrado en lo humano del comercio, el juicio y el liderazgo.
El futuro de la gestión no reside en elegir entre los dos, sino en dominar su síntesis.
Estados Unidos es un animal enorme, poderoso y temido, que durante décadas avanzó sin obstáculos, aplastando a quien se le opusiera y alimentándose del orden liberal que él mismo impuso.
Pero ahora el elefante está indigestado. La indigestión viene de adentro. Estados Unidos no es un país, sino dos.
De un lado está la América moderna, urbana, cosmopolita, diversa, que cree en la ciencia, la democracia, la igualdad y el comercio global.
Del otro está la “América profunda”, blanca, rural, evangélica, racista, la que se siente traicionada por la pérdida de los empleos manufactureros, los cambios culturales y el abandono de las élites que la miran con desprecio.
El choque entre esos dos países es la clave de la historia política de las últimas décadas.
Biden y los demócratas son la América moderna, Trump y los republicanos son el país antimoderno.
Trump fue elegido en 2016 y volvió a serlo en 2024: por eso esta vez llegó con furia y con una hoja de ruta detallada para volver al pasado imaginario, el que añora la América profunda, el que resume su eslogan “Make America Great Again”.
A la cabeza de los republicanos —cuyo símbolo es un elefante—Trump por eso está empujando y probando los límites del orden interno y los del orden internacional que habían sido establecidos por la América moderna. Es un ataque veloz, inclemente, en todos los rincones y desde todos los frentes, sin límite distinto del poder desnudo que logren oponerle las instituciones, los otros países o las contradicciones de sus propios seguidores.
En el frente interno, Trump ha emprendido una ofensiva sistemática contra los fundamentos del liberalismo estadounidense. Ha puesto en duda la legitimidad de las elecciones, ha censurado la prensa, ha enviado tropas a ciudades demócratas, ha desafiado y desacreditado a los jueces, ha utilizado al FBI y al Departamento de Justicia para perseguir a sus adversarios, ha cerrado agencias y despedido funcionarios que no le acoliten, ha hecho burlas grotescas de los ciudadanos que protestan, se ha enriquecido de manera obscena y ha abusado del poder hasta donde se lo permiten las casi por completo desbordadas instituciones de un Estado de derecho. La primera democracia del mundo en riesgo de convertirse en dictadura fascista.
En el frente externo, Trump está empujando a todos los países y de todas las maneras para obligarlos a ajustarse al nuevo orden que reclaman sus votantes premodernos. Por eso deja de financiar a la ONU, suprime la AID, se retira de la OMS o del Acuerdo de París, bombardea a Irán, asesina presuntos narcotraficantes en el mar, abandona a Europa, impone sanciones y amenaza con subir los aranceles a amigos y enemigos por igual. Su límite, otra vez, es el poder desnudo de la contraparte: es lo que acaba de suceder con China, donde Estados Unidos tuvo que admitir que había perdido su guerra arancelaria.
En medio de semejante remezón, Gustavo Petro es una pulga y Colombia, cuando más, es un ratón.
El ratón no debería alegrarse de que el elefante pisotee a la pulga.
Atento a sus comentarios...
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