lunes, 20 de enero de 2014

Fabulas

El águila y los gallos.



Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas;
y al fin uno puso en fuga al otro.

Resignadamente se retiró el vencido a un matorral,
ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.

Mas no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedó con todo el gallinero.


A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle quien se los arrebate.




 Las zorras a orillas del río Meandro.



Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.

Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, se burlaba de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así que saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban:

- ¡ No nos dejes compañera, vuelve y dinos cómo
podremos beber agua sin peligro!

Pero la imprudente, arrastrada sin remedio alguno,
y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:

- Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo pueden hacerlo.


Por lo general, los fanfarrones siempre están al alcance del peligro.



 La zorra a la que se le llenó su vientre.



Una zorra hambrienta encontró en el tronco de una encina unos pedazos de carne y de pan que unos pastores habían dejado escondidos en una cavidad. Y entrando en dicha cavidad, se los comió todos.

Pero tanto comió y se le agrandó tanto el vientre que no pudo salir. Empezó a gemir y a lamentarse del problema en que había caído.

Por casualidad pasó por allí otra zorra, y oyendo sus quejidos se le acercó y le preguntó que le ocurría. Cuando se enteró de lo acaecido, le dijo:

-¡ Pues quédate tranquila hermana hasta que vuelvas
a tener la forma en que estabas, entonces de seguro
podrás salir fácilmente sin problema!


Con paciencia se resuelven muchas dificultades.



 La zorra y el espino



Una zorra saltaba sobre unos montículos, y estuvo de
pronto a punto de caerse. Y para evitar la caída,
se agarró a un espino, pero sus púas le hirieron
las patas, y sintiendo el dolor que ellas le producían,
le dijo al espino

-- ¡ Acudí a ti por tu ayuda, y más bien me has herido. !

A lo que respondió el espino:

-- ¡Tú tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí, bien sabes lo bueno que soy para enganchar y herir a todo el mundo, y tú no eres la excepción!


Nunca pidas ayuda a quien acostumbra a hacer el daño.



La zorra y el leñador.



Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores cuando llegó al sitio de un leñador y le suplicó que la escondiera. El hombre le aconsejó que ingresara a su cabaña.
Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra.
El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se había escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y se confiaron únicamente en lo dicho con la palabra.
La zorra al verlos marcharse, salió silenciosa, sin decirle
nada al leñador.

Le reprochó el leñador por qué a pesar de haberla salvado, no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió:
--Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca
hubieran dicho lo mismo.



No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras.

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