Entre los peligros que acechan al líder y que pueden
determinar que su influencia sobre la empresa pueda llegar a ser negativa,
podemos señalar los siguientes:
Endiosamiento: todo líder debe tener
un nivel de autoconfianza elevado, pero sin llegar a caer en el endiosamiento.
El líder se suele mover en círculos de poder, se codea con gente
influyente, sus ordenes se cumplen sin objetar, nadie cuestiona sus decisiones,
su presencia infunde respeto a sus subordinados, entre sus ayudantes abundan
los aduladores en busca de su favor.
Todo ello puede hacer que poco a poco el líder se termine
endiosando, creyéndose un ser superior, infalible, en posesión de la verdad.
A partir de entonces comenzará a no preocuparse por escuchar
otras opiniones, a pensar que no necesita pedir consejos; se irá convirtiendo
en un ser autoritario que todo lo gestiona a base de órdenes.
El líder se hace distante, prepotente, avasallador, y la
organización comienza a perderle su estima.
Todo ello va deteriorando el ambiente laboral: un líder
endiosado no es capaz de motivar. Su soberbia le lleva a cometer errores que no
reconoce y de los que responsabiliza al resto del equipo.
Es frecuente la siguiente paradoja:
Los líderes más destacados, aquellos con más motivos para estar
endiosados, son precisamente los que menos lo están, mientras que aquellos
otros con apenas méritos son los que más.
Para evitar el endiosamiento hay que cultivar la virtud de la
humildad. También es fundamental rodearse de gente
con personalidad, personas que sepan defender sus ideas y llevarle la contraría
al líder cuando sea necesario.
Perder contacto con la realidad: el
líder dedica cada vez más tiempo a los temas estratégicos y comienza a
despreocuparse del día a día, de mantener contacto con la realidad, con el
trabajo de base.
Al perder contacto con la base del negocio (los clientes, los
comerciales, los proveedores, etc) empieza a perder información fundamental
para seguir entendiendo el negocio, para anticipar cambios, para ver por donde
van los competidores.
La información que recibe a través de los conductos
reglamentarios es de peor calidad, cada escalón jerárquico supone un filtro
(los empleados suelen ocultar información que creen que puede molestar al
jefe).
Normalmente, mientras más alto está una persona en la
organización peor es la calidad de la información que recibe.
Quedar obsoleto: hay líderes que no
evolucionan, que suelen aplicar siempre el mismo modelo de actuación, aquél
que tan bien le funcionó en el pasado. No parecen darse cuenta de que en un
mundo tan cambiante como el actual, cada vez más complejo, lo que funcionó en
un momento determinado puede no ser útil unos años más tarde.
Complacencia: el líder puede llegar
a sentirse satisfecho con los logros conseguidos y esto puede llevarle a
bajar la guardia, a considerar suficiente tratar de mantener el nivel actual de
la empresa, lo que, en un mundo tan competitivo como el actual, es una
planteamiento tremendamente peligroso, que puede ser el inicio de la
decadencia.
Pérdida de motivación: el
líder que está muchos años al frente de la misma empresa puede terminar perdiendo
la ilusión por el proyecto.
Cuando una actividad se hace rutinaria pierde su atractivo
inicial, aquel sentido de "aventura" que tanto ilusionó en su momento
y que le llevó a ver su trabajo como un auténtico desafío.
Cuando esta ilusión se pierde,
la dedicación al trabajo y el nivel de rendimiento se resienten
inmediatamente.
Fuente:aulafacil.com
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