En una lejana edad, cuando los reyes podían demostrar sus elevadas virtudes, comenzaban a gobernar sus países.
Pero antes de gobernar sus países, empezaban por organizar sus hogares.
Y antes de organizar sus hogares se preocupaban por organizar sus propias vidas.
Y antes de organizar sus propias vidas, empezaban por sanear sus corazones.
Y antes de sanear sus corazones empezaban por cultivar sus inteligencias para elevarse a la cima del saber.
Y llegar a la cima del saber significaba llegar al conocimiento íntimo de las cosas y después al conocimiento íntimo de sí mismos.
Y cuando llegaban al conocimiento íntimo de sí mismos ya quedaban capacitados para ser los líderes de sus naciones.
No es fácil identificar a un líder aunque todos necesitamos de ellos. Lo que sí sabemos es que no es el que manda o el que tiene el poder. Un líder es una persona que ejerce su influencia de una manera muy particular, sin violencias, sin imposiciones, con máxima sencillez. Líderes fueron Jesucristo, Mahatma Gandhi, etc. No lo fueron Mussolini, Hitler, Atila? Es inherente al término líder el que sea positivo, proactivo, dicen ahora, que desarrolla. Los últimos fueron tiranos, dictadores, caudillos, adalides, pero no líderes. El liderazgo no depende del dinero o de la posición social, es algo más profundo.
Un líder es un ser humano que se ha desarrollado a sí mismo, se conoce, tiene capacidad de reflexión, de pensamiento, autoestima.
Es responsable de sus actos y da la cara siempre. Sabe que se puede equivocar en sus acciones y es el primero en reconocer, aprender y corregir el error. Eso sí, sabe que no se puede equivocar en sus intenciones.
El líder conoce su misión. Sabe a dónde va y en qué está porque quien no sabe a dónde va no sabe dónde está.
Cree en sí mismo. Tiene claras sus debilidades y sus fortalezas.
No depende de los otros en lo esencial pero trabaja y fortalece el trabajo en grupo, basado en el respeto.
Asume lo difícil, no le saca el cuerpo, sabe que las dificultades son la mejor forma de desarrollarse y de aprender.
Siempre es agradecido con la vida misma y con los demás y por ello siempre está celebrando algo.
No pierde el tiempo juzgando a otros, solo se juzga a sí mismo para avanzar.
Tiene la capacidad de arriesgar aunque lo haga bajo ciertas seguridades.
Es intuitivo, capacidad que está por encima de la inteligencia y el conocimiento.
Conoce y acepta los imposibles, no lucha contra ellos pero tiene al mismo tiempo la capacidad de lograr metas que parecían imposibles.
Se apasiona por la causa. Ama profundamente lo que hace y desborda un entusiasmo que contagia a los demás.
Entre las dos fuerzas que mueven al mundo, el odio y el amor, escogió contundentemente el amor, porque es la única manera como su vida tiene sentido y sirve para algo.
No descuida las cosas pequeñas. Aunque tiene la capacidad infinita de soñar, sabe que la vida cotidiana la hacen las acciones cotidianas.
Domina sus temores aunque tema.
Y es especialmente sencillo.
Como ven, líderes hay pocos, pero que los hay los hay y ¡hay que creer en ellos!
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