Es muy difícil separar totalmente la vida profesional de
la vida personal.
No suele ocurrir que una persona sea
un líder en su trabajo y en cambio se comporte de manera conformista, sin
empuje, en su vida privada.
El líder suele actuar con el mismo nivel de
autoexigencia, de búsqueda de la excelencia y de comportamiento ético en todos
sus ámbitos de actuación (profesional, familiar,
personal, etc.).
Los mismos principios de actuación
que aplica en el trabajo (honestidad, dedicación, innovación, decisión,
preocupación por las personas, comprensión, etc.), aplicará en su vida
ordinaria.
El líder debe ser una persona coherente, capaz de mantenerse fiel a sus principios y de no renunciar a ellos
en pro de su carrera profesional.
El líder tiene que ser capaz de
defender sus principios aunque esto le pueda suponer graves contratiempos
profesionales.
El liderazgo, el ser capaz de defender
apasionadamente unos ideales, exige una gran solidez en las propias
convicciones, que sólo es posible cuando éstas se asientan en principios
inquebrantables.
Además, es fundamental que el líder mantenga una vida
equilibrada, dedicando tiempo no sólo a su vida profesional, sino también a
su vida personal y familiar.
El liderazgo conlleva tal nivel de
responsabilidad y de presión, requiere tanta ilusión y optimismo, demanda tanta
persistencia y dedicación, exige tanta capacidad para convencer, animar, motivar,
etc., que tan sólo una persona con una vida equilibrada será capaz de dar lo
mejor de sí misma y estar a la altura a de las circunstancias.
Para que una persona pueda desarrollarse en todos sus
ámbitos y no dejar que el profesional lo termine absorbiendo todo es
fundamental aprovechar el tiempo al máximo.
Hay que sacarle tiempo al tiempo
(el tiempo es un bien escaso que hay que optimizar).
El tiempo pasa rápido y cada día
cuenta: un día que no se aproveche es un día perdido.
El líder no se puede permitir el
lujo de perder el tiempo.
Vivir intensamente,
aprovechando el tiempo al máximo, no implica vivir aceleradamente.
El liderazgo hay que ejercerlo a lo
largo de toda la vida, es una carrera a largo plazo, por lo que exige dosificar
las fuerzas y no quemarse en un "sprint" alocado.
El vivir intensamente permite
atender todas las facetas humanas (personal, familiar, social y profesional) y no dejar
ninguna de ellas desatendidas.
Aprovechar el tiempo exige planificación:
El líder tiene mil asuntos que
atender y tan sólo una buena organización le va a permitir poder desenvolverse
con soltura y dedicar el tiempo a lo realmente importante y no perderlo con
temas menores.
Si no lo hace así, el día a día le
terminará absorbiendo,
impidiéndole ocuparse de aspectos más estratégicos, perdiendo poco a poco la
perspectiva del largo plazo.
El líder tiene que saber priorizar: distinguir qué es lo realmente importante, aquello que demanda su
atención, y qué no lo es.
Acto seguido, el líder tiene que saber delegar: es
imposible abarcarlo todo.
El líder se centrará en lo esencial y
delegará en su equipo otras obligaciones.
Resulta muy útil fijar al comienzo de la semana (domingo
por la noche o lunes a primera hora) la agenda de los próximos días:
Señalar aquellas actuaciones que uno
debe realizar, fijar los objetivos que se quieren conseguir a lo largo de la
semana.
La única forma de evitar que los proyectos se vayan
posponiendo y nunca se terminen de abordar.
Por ejemplo: si el líder busca
mejorar su conocimiento de inglés se puede fijar como meta semanal dar dos
horas de clase (empezando esa misma semana, ¿por qué aplazarlo?), fijando en su
agenda día y hora, obligación que respetará escrupulosamente.
Si el líder quiere mejorar la
comunicación con su equipo, fijará, por ejemplo, una reunión semanal (a tal día
y a tal hora) que será de obligado cumplimiento.
Al final de la semana evaluará en que medida ha cumplido
los objetivos propuestos y en que medida estos
le permiten avanzar hacia su meta final.
Aquellos objetivos semanales que no
hubiera cumplido tratará de hacerlo en la semana siguiente, realizando un
esfuerzo adicional con vista a mantener el calendario previsto.
En la planificación de la semana hay que buscar también
tiempo para la lectura, para el deporte, para el ocio y, muy especialmente,
para la familia. De hecho, el líder debe autolimitarse el tiempo que
dedica al trabajo.
No resulta lógico, ni por supuesto
recomendable, estar todos los días en la oficina de 9 de la mañana a 10 de la
noche.
Si el líder se autoimpone finalizar
todos los días a las 07:30 de la tarde (salvo en ocasiones excepcionales),
organizará su jornada y se imprimirá un ritmo de trabajo con vista a cumplir
dicho horario.
Muchos directivos presumen de
estar todo el día en la oficina.
Probablemente estén perdiendo el tiempo,
además de estar desatendiendo a su familia, a sus amigos y a sus propias
inquietudes personales.
Fuente: aulafacil.com
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