El líder consensuará con su equipo los objetivos
de la empresa a largo plazo.
Hay que ser muy selectivo en la selección de estos
objetivos. Deben ser difíciles, muy exigentes, pero deben ser realistas y
alcanzables. Si no fueran así, la organización se podría desentender de ellos
al considerarlos absurdos.
Deben ser objetivos muy precisos.
La empresa tiene que concentrar sus recursos en conseguir unos objetivos muy
determinados. No se debe luchar por objetivos muy dispersos ya que se
correría el riesgo de no conseguir nada.
Los objetivos deben estar cuantificados
(ser nº 1 por capitalización bursátil, doblar las ventas en tres años, ganar
4 puntos de cuota de mercado, etc.). No valen meras ideas, imprecisas, faltas
de concreción (ser los mejores, crecer, diversificarse).
Es fundamental tener en cuenta la opinión de aquellos a los
que se les van a exigir estas metas, escucharles, conocer sus argumentos,
prestarles atención. Unas metas impuestas desde arriba, en las que las
personas afectadas no han sido consultadas resultan muy poco motivadoras.
Una vez definidos estos objetivos a largo plazo, se
establecerán metas menores a corto plazo.
Estas metas menores conducen hacia la consecución de los
objetivos a largo.
Estas metas inmediatas permiten aumentar la presión sobre
la organización (el largo plazo se puede ver como algo muy distante y
podría llevar a cierta relajación).
Por otra parte, la consecución de estas metas parciales contribuye
a aumentar la moral de los empleados.
Aunque es fundamental ajustarse firmemente al plan de acción
definido y ser muy persistente en su consecución, el líder no puede
renunciar a la flexibilidad, a dar un golpe de timón en un momento dado
si surge una oportunidad que conviene aprovechar.
En un mundo tan cambiante como el actual no caben rigideces.
Una vez que se han fijado las metas, el líder dará autonomía
a los distintos departamentos para que procedan como consideren más
oportuno (la persona que hace el trabajo es quien mejor conoce la forma de
hacerlo).
Autonomía dentro de ciertos limites, que no implique
descontrol.
La autonomía favorece que los empleados asuman
responsabilidades, tomen decisiones y respondan
de sus resultados.
Fomenta la creatividad.
El líder no puede inmiscuirse en los detalles menores del
trabajo de sus subordinados.
Estos se podrían sentir incómodos, presionados,
infravalorados.
Sólo en aquellos casos en los que el desempeño de algún
departamento no esté a la altura de lo esperado, el líder podrá profundizar
para ver los motivos de este fracaso y fijar los cambios pertinentes.
Cuando los departamentos funcionan con autonomía, resulta
interesante establecer un sistema de comunicación dentro de la empresa que
permita compartir experiencias.
Si un departamento ha desarrollado un método de trabajo que
resulta eficaz, éste podría ser también útil en otras áreas de la empresa.
Por último, hay que dar a los departamentos los medios necesarios
para poder cumplir sus objetivos.
No se le puede pedir al departamento de producción que rebaje
el coste de fabricación, que mejore la calidad de los productos, y no darles
las herramientas adecuadas, la tecnología necesaria, la formación requerida.
Tampoco se le puede pedir al departamento comercial que gane
cuota de mercado y no darle una cartera de productos atractivos con los que
poder competir.
Fuente:aulafacil.com
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Profesional en Mercadeo con Maestría en Educación, consultor y formador en competencias laborales para el Retail, (SENA), – Formación para el trabajo -. Doctor Honoris Causa en Mercadeo, con énfasis en Perceptología Comercial, Gerente general de RETAIL MASTER (Formación incluyente para el Retail), amplia experiencia en formación y vinculación de personas con discapacidad para el mundo del Retail. gerenciaretailmaster@gmail.com ... Síganme en X como: @jaime_pepo
viernes, 17 de febrero de 2017
Liderazgo_ ¿Fijar metas ?
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