Es muy normal que en empresas industriales, comerciales,
de servicios y otras, se formulen las políticas que deben regir las relaciones
de ellas con sus clientes.
Lo curioso, en la mayoría de las veces, es que dichas
políticas son redactadas a espaldas de los individuos que componen el mercado,
y en buen número de casos establecen condiciones leoninas a manera de contrato
de adhesión desconocido por los clientes, por lo menos hasta el momento de
presentarse un conflicto de estos con la empresa.
Siempre, en este momento, a manera de escudo protector
para la empresa, cuando los empleados de ella ya no saben que hacer para
“defender” a la empresa del cliente (que en ese momento es considerado más un
enemigo que un cliente), dice el empleado de turno:
“Esas son las políticas de
la empresa”. Como quien dice: “ya no podemos hacer nada” y giran hacia usted,
por primera vez, un “hablador” dispuesto sobre un escritorio con un gran título
y con un texto en letra menuda que dice: “Políticas de la empresa”.
Ante esto, el ignorante cliente, es abusado. Y el cliente
conocedor de la posible ilegalidad del asunto es calificado de conflictivo.
Yo planteo, que para evitar problemas y favorecer la
armonía, todas las empresas se den por enteradas de que todos los clientes
tenemos derecho a nuestras políticas.
El uso a darle a estas políticas será para equilibrar
armónicamente las relaciones Empresa-Cliente...
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