Si la vida te da limones haz
limonada. Un gran mensaje cuyo valor real, al igual que ocurre con otros
muchos, estamos prostituyendo con el positivismo inócuo de pegafrases que
pulula por las redes sociales. Aunque viendo la otra vertiente, la de
corrupción y pesimismo, uno no sabe con cuál quedarse. Pero hay alternativa,
claro que la hay, muchos ya la han encontrado. La solución, a los
limones y otras hierbas, tiene mucho que ver con la frase que inicia el
párrafo y que podríamos resumir de la siguiente manera: convertir
debilidades en fortalezas a partir de aptitud, actitud y acción. Alguien dijo
alguna vez que “la gran diferencia entre los que triunfan y los que no
era que en los triunfadores el tiempo que media entre que toman una decisión y
la ejecutan tiende a cero”.
El problema:
abundancia vs. Escasez.
Empecemos pues por reconocer nuestras
debilidades, las debilidades de la pequeña empresa, compartidas por el sector retail
aquí tratado, el del pequeño comerciante o tendero, como algunos
compañeros denominan.
Vivimos en un entorno en el que el consumo y la
financiación se han reducido de manera drástica, cuando no
desaparecido en algunos sectores. Uno no sabe qué fue primero, si el huevo o la
gallina, o en este caso los dos a la vez. Ni financiación, ni inversión, ni
consumo, ni gasto.
En esta situación gran parte de las
grandes empresas de este país y alguna mediana optan por la internacionalización
o la exportación, en parte estimuladas -verbalmente- por la administración y/o los
pretenciosos cantos de sirena del norte de Europa. Pero -siempre hay un pero-
esta estrategia globalizadora no siempre es posible para la pequeña o mediana
empresa y mucho menos para el sector retail del pequeño comercio.
En cierto modo, la pequeña empresa se
encuentra ante una gran paradoja, ya ha visto los dientes de la fiera pero es
incapaz de correr y escapar. En esta tesitura, lo primero que se le ha pasado
por la mente a muchos empresarios es una solución con efectos de carácter
opiáceo en el corto plazo y decididamente mortales a largo plazo: la guerra de precios.
Competir en precio
es una manera lenta de morir para un pequeño comercio ya que
siempre habrá otro con más necesidades que tú dispuesto a vencer tu
diferencia competitiva. Una vez perdida esa guerra ya no podrás embarcarte en
otras diferentes pues el cliente no se las creerá. Entrar en una guerra de
precios sin un modelo de reducción de costes que lo ampare puede convertirse en
una espiral destructiva para todos los que entren en ella. No debemos olvidar
que reducir costes de forma sistemática y sustancial en una pequeña empresa es
tarea difícil, por no decir imposible, al menos sin que la calidad del producto
o servicio y el modelo de negocio en sí se resientan.
Pero el problema no acaba aquí. Por
si no era suficiente la reducción del consumo y la tentación de sucumbir a la
guerra de precios como solución, al menos pasajera, aumenta la
competencia, y lo hace de una manera ferozmente agresiva sobre todo... en precio.
La solución:
diferenciación experiencial
Resumiendo. Por una parte se reduce
el pastel, y por otra somos más a comer. Estas son nuestras debilidades. Esta
es la realidad de la pequeña empresa y/o el pequeño comercio en España a día de
hoy. Ahora, ¿Hay solución? Sí. ¿En el corto plazo? No. ¿Pasaremos hambre? Sí.
¿Moriremos? Depende de tu forma de actuar y de tu manera de afrontar el futuro.
Depende de ti. En todo caso, la única apuesta viable que tiene el pequeño
comercio para sobrevivir pasa por invertir en un concepto asociado a una conditio
sine qua non: diferenciación estratégica asociada a una
apuesta a largo plazo.
En la era de la información
comparamos a golpe de clic. Si tu producto es comparable a través de un proceso
analítico implementado en una máquina estás perdido. En tiempo real podemos
encontrar el litro de gasoil más barato de la ciudad, el mejor café del barrio
o el menú vegetariano más cercano. Incluso sufrimos el efecto showrooming mediante
el que podemos fotografiar el código de barras de un artículo en tu tienda de
Madrid e instantáneamente obtener precios en el resto de España, o incluso del
mundo, con algún mecanismo para comprarlo online y recibirlo en casa al día
siguiente con gastos de envío incluidos y más barato que en tu tienda.
Diferenciarse es la
clave. La calidad ya no es suficiente. La calidad se presupone. Si no
ofreces algo más, o diferente al resto, estás muerto. Si tu
producto es similar al de la competencia, y ten por seguro que si no es
parecido ahora lo será en un futuro si el producto lo merece, si no tienes ese
punto especialmente singular, no obtendrás ni siquiera atención.
Hemos entrado de lleno en la Era Post Comercial y estamos
viviendo procesos de ajuste similares a los que trajo consigo la Era de la
Información. En 1971, en los inicios de la mencionada Era de la
Información, Herbert Alexander Simon, a la sazón premio Nobel de
Economía, escribió algo a tener muy en cuenta por el marketing
empresarial actual: “En un mundo rico en información, la abundancia de
información implica la escasez de alguna otra cosa, la escasez de aquello que
la información consume. Y lo que consume la información es muy obvio: la
atención de sus destinatarios. La abundancia de información crea
escasez de atención”.
La abundancia de mensajes y técnicas
comerciales, muchos de ellos similares, genera lo que Simon detectó hace más de
40 años, escasez de atención, hastío, desconfianza, aburrimiento, déjà
vu.
En una situación de sobredosis de
información y/o mensajes comerciales, la atención se convierte en el bien más
preciado para las empresas. ¿Y cómo conseguimos atención? Siendo
diferentes. ¿Y cómo conseguimos ser diferentes? He ahí la cuestión. ¿Cómo
conseguimos ser referentes en un sector determinado cuando desde nuestro rinconcito pasamos
a competir con los mejores rivales a gran escala, a nivel ciudad, a nivel
nacional, o incluso internacional? ¿Hay solución para el pequeño comercio? Sí
la hay. Y como ya hemos mencionado pasa por diferenciarse para
impedir la comparación a través de una máquina. La siguiente
frase de Alfons Cornella, “en la sociedad del conocimiento, todo aquel
que pueda ser sustituido por una máquina merece serlo” es perfecta y
convenientemente aplicable al mundo retail.
Nadie asiduo a Starbucks se le ocurre
comparar el precio del café -que está pagando a precio de oro- con un café “en
un bar cualquiera”. ¿Y sabes por qué? Porque en Starbucks no
tomas café, en Starbucks sientes…
Lo que sentimos no
es comparable ni es excluyente, pero sí es diferente a lo que otros
–competencia- te hacen sentir e incluso a lo que otros –clientes- sienten. Es
importante reseñar que hay mucho espacio para sentir, pero sólo uno para
el mejor precio.
Si no queremos que nos comparen, o
queremos salir victoriosos del proceso, hemos de introducir aspectos
emocionales en la ecuación. Debemos ser capaces de driblar la parte racional y
analítica presente en toda comparativa y establecer sinergias con la parte
emocional implicada de forma crucial en todas las decisiones y regida por
nuestro hemisferio cerebral derecho. Dicho de otro modo, el retail del
futuro debe repensarse para empatizar con el hemisferio cerebral derecho de las
personas. Debemos pensar en optimizar de forma minuciosa toda la experiencia del
cliente, revisar y reformular todos los puntos de contacto cliente-empresa en
base a procesos emocionales no numéricos.
Valores como creatividad, emoción,
diseño, integridad, empatía, solidaridad, felicidad, serenidad, justicia,
estatus, pertenencia... no son comparables por un smartphone, al menos de
momento. Y mientras no lo sean ahí estará la oportunidad de
los pequeños. Porque esto es lo que buscamos en la era post
comercial, es con lo que nos identificamos y es lo más difícil de conseguir por
los grandes. En este terreno seremos más fuertes que ellos.
En un entorno dominado por las emociones es la gran empresa la que no puede
competir. Si conseguimos integrar en nuestra marca estos valores emocionales
habremos convertido nuestra debilidad en fortaleza y estaremos en disposición
de alcanzar nuestros objetivos, pero eso sí, a largo plazo.
Generar o estructurar un proceso
de posicionamiento de marca a través de una diferenciación
edificada sobre una óptima y objetivada experiencia de cliente es una
inversión segura pero con resultados visibles a largo plazo. Habida cuenta que
afectará a todos los estamentos, internos y externos, de la empresa ha de
tenerse muy en cuenta el perfil largoplacista de este tipo de
movimiento.
El cómo: sensata
globalidad
Sería imposible resumir en un escueto
texto todos los procesos y/o fases implicadas en el diseño de la experiencia
del cliente, y en todo caso no sería yo el más indicado para hacerlo. No soy
experto en nada. Sólo cometo errores mientras camino e intento
aprender de ellos. Soy, y seré siempre, un eternoemprendedor primerizo que
basa todo know how en el sentido común, en la extracción de
lecciones sensatas de la calle y de los que me rodean.
Sin entrar en tecnicismos ni teorías
que -repito- no me competen, ni me siento capacitado para ello, creo que hay
dos conceptos que deben estar presentes en todo diseño de estrategia de
diferenciación experiencial: sentido común y sentido global.
Primero: sentido
común.
Hace más de 200 años Immanuel Kant postuló: “No
quieras para otros lo que no quisieras para ti”.Sigue esta regla en tu
negocio y no ofrezcas a nadie algo por lo que tú no pagarías. Es frecuente
cuando te encuentras inmerso en el día a día de un negocio que los
árboles no de dejen ver el bosque. En ocasiones incluso puede ser
producente tomar distancia y salir tanto de tu círculo más cercano como de tu
propio sector para experimentar o analizar sensaciones propias y ajenas.
Mientras nuestro café, o cualquiera que sea el producto o servicio
que vendemos, nos parece excelente, al de la competencia le sacamos
defectos. Para un negocio, una crítica constructiva es trascendente, un halago tan
solo motivacional.
Es posible que la diferencia entre un
buen producto y un producto excelente pase por algo tan sencillo como
preguntar. Y cuando hablo de producto hablo de experiencia completa, no de algo
físico, sino de algo más. Una especie de átomo cuyo núcleo se
encuentra imperturbablemente unido a sus electrones. Con esto quiero
decir que no cometas el error de preguntar/centrarte sólo en la mejora tu
producto, no descuides los electrones, aunque esto tiene más que ver con el
sentido global.
En una situación de diferenciación es
recomendable y suele resultar muy enriquecedor traer o adaptar
procesos y técnicas de otros sectores diferentes al nuestro. Insisto en que
debemos guiarnos por el sentido común pero sin cerrarnos a nada. Arriesgar y probar
es innovar, e innovar siempre es diferenciarse. No tengas miedo a probar cosas
nuevas, recuerda que buscamos diferenciación y difícilmente se consigue
imitando a la competencia. Analizando y adaptando casos de éxito en otros
sectores será la competencia la que te imite a ti. Estarás haciendo vanguardia
y recibirás críticas por ello, es normal. El gran Ferran Adrià sostiene
que “si haces vanguardia te lloverán palos por todas partes porque
nadie lo entenderá. Si todo el mundo lo entiende no es vanguardia”.
Observar otros sectores no necesariamente análogos al tuyo puede ser una buena
fuente de innovación.
Llegados a este punto el sentido
común me dice que estoy equivocado. Que este capítulo es un error en sí mismo.
Que todo esto parte de un lugar en medio de la nada con el objetivo de volver
al inicio para reconducir una situación dolorosa. ¿Por qué razón no empezamos
la casa por los cimientos? Tengo la sensación de que acudimos al retail
o retailer como el enfermo que acude al médico por sobrepeso
cuando lleva años comiendo hamburguesas –entiéndase en sentido metafórico, me
encantan las hamburguesas.
El sentido común nos dice que el
retail, o el objetivo que debe perseguir el retail, véase diferenciación
experiencial, debe ser concebido desde el mismísimo inicio de la idea. Sería
ideal que el diseño de una estrategia de diferenciación fuese eso mismo, un
diseño, no un re-diseño.
Si tienes la suerte de estar
empezando enhorabuena. Tienes la oportunidad de empezar a aplicar el sentido
común a todas tus decisiones de diferenciación, y las demás.
Segundo: sentido
global.
Se me antoja vital contemplar el
retail desde el principio -hasta el final- de la idea empresarial. Es
fundamental establecer una estrategia de diferenciación integral de la que
pendan el resto de procesos internos y externos de la empresa.
Metafóricamente, reducir toda
actuación a la forma de disponer lineales en tienda o producto en lineales es
pensar sólo en neumáticos de seco o neumáticos de lluvia, cuando un coche es
mucho más. ¿Te gusta conducir? Es posible vender coches a través de
emociones, ¿realmente crees que venderás algo en un futuro si sólo vendes
producto?
Construir una marca
con corazón no es tarea sencilla, nadie dijo que lo fuera, pero es el único
camino. Ese debe ser tu objetivo. Para conseguirlo habrás de planificarlo de
manera global. Debes analizar y programar absolutamente todos los puntos de
contacto con el cliente, desde que este entra en contacto contigo -te conoce-,
pasando por todo el proceso de venta, post venta, gestionando la recurrencia y
todo ello teniendo presente tu diferencia experiencial. Recuerda: sentido
global.
Evidentemente -qué voy a decir yo-
el mayor punto de contacto con el cliente, probablemente el
más decisivo, efectivo e influyente en la creación y posicionamiento de marca
sea el interiorismo comercial del espacio físico. La cantidad
de mensajes y contundencia del discurso que ofrece uninteriorismo
inteligente es infinita, y cuando hablo de interiorismo
inteligente hablo de un diseño interior concebido única y
exclusivamente con un fin: vender más, vender más caro y vender
más a menudo, es decir, un interiorismo concebido como una herramienta de marketing
más. Pero aun con estas, no es suficiente. Recuerda: sentido global.
Piensa, analiza y diseña incluso lo
que pueda parecer más nimio, y digo más, piensa especialmente en lo que en
principio pueda parecer insignificante, si a ti te lo parece es probable
que también se lo parezca a la competencia. Presta atención al envoltorio o
packaging. Prepara tus llamadas telefónicas, salientes y entrantes. Intenta que
tu ticket de compra no acabe en la papelera, dale “otro uso”. Alarga tu proceso
de venta o postventa, que no acabe, o empiece, donde empiezan los demás. Busca
valor añadido diferencial y ofrécelo. Observa otros sectores y olvida la
competencia, si sólo superas a tu competencia estarás dando pasitos,
adaptando casos de éxito de otros sectores darás saltos. Valora el marketing
sensorial y da rienda suelta a tu imaginación, utiliza olores, texturas,
música, vídeo... Si pretendes hacer sentir a la gente has de empezar por sentir
tú. Recuerda: sentido global.
Un buen faro guía
globalizador puede ser conceptualizar tu estrategia con un objetivo
claro: crear una marca, o mejor aún, crear una lovemark. No
te centres en abrir un comercio, una tienda, un bar o un restaurante; pon el
foco en crear una marca. Una marca es mucho más que un isotipo de colores, una
marca es un conjunto de intangibles que se generan en la mente de un consumidor
cuando ambos entran en contacto. Los atributos o emociones que el subconsciente
del consumidor relaciona con la marca es nuestro posicionamiento. Y todo lo que
haces para lograr un posicionamiento determinado y diferente a la competencia
es branding de marca.
Gestiona todo lo que haces, todo tu
branding, toda tu existencia en base a lograr unas emociones determinadas en
la mente del consumidor. Sólo así conseguirás estar presente cuando sus
emociones se disparen. Recuerda que sólo hay un lugar para el
precio más bajo y todo un hemisferio cerebral para dar rienda suelta a la
imaginación. Utilízalo. Siéntelo. Y sobre todo... Disfrútalo.