jueves, 19 de mayo de 2016

Claves del Retail_ Distribución alimentaria: Cinco retos para transformar el negocio _ Imanol Torres

En un periodo de tiempo tan corto como son cuatro años es difícil imaginar cambios profundos en cualquier sector económico. El panorama del 2015 en cuanto a la distribución alimentaria en España tiene que ser forzosamente heredero del actual. Sin embargo, se hace imprescindible pensar que durante el tiempo al que alude el título de este libro han de ponerse las bases para el futuro del sector,que estará marcado por los cambios impuestos por las nuevas condiciones económicas, demográficas, sociológicas y tecnológicas. Condiciones todas que influirán enormemente en el comprador y en sus demandas, preferencias y comportamiento.

Como no podía ser de otra forma, la realidad de la distribución alimentaria está fuertemente condicionada por la mala situación económica. Por señalar algunos de los indicadores macroeconómicos que más le afectan:
  • El producto interior bruto tuvo un descenso interanual del 1,4 % en el 2012 (fuente: Instituto Nacional de Estadística [INE]).
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  • Durante el 2012 se destruyeron en España más de 800 000 empleos (fuente: Encuesta de Población Activa).
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  • La renta media anual por persona y unidad de consumo lleva tres años consecutivos bajando (fuente: INE).
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  • El índice de precios al consumo creció en el 2012 un 2,4 %, en el 2011 un 3,2 % y en el 2010 un 1,8 % (fuente: INE).
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  • El índice de confianza del consumidor ha caído en 50 puntos desde el 2005 (fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas).

La consecuencia de este panorama es un retraimiento del consumo. Según el INE el comercio al por menor ha podido retroceder en cinco años un 19 % (el alimentario «sólo» ha caído un 9 %).
Esta nueva realidad macro- y microeconómica ha cambiado las necesidades, prioridades, preferencias y comportamiento del comprador. En primer lugar, aumenta la importancia del precio. Según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama), los buenos precios, aparte de las ofertas, son ya el principal motivo para elegir la tienda de alimentación; un 63 % de los encuestados lomencionaron, frente al 34 % en el 2007. Por su parte, Kantar indica que ahora 1 de cada 4 consumidores afirma que en general elige productos o marcas baratas, cuando en el 2008 no llegaba a 1 de cada 5.

La mayor importancia del precio genera dos fenómenos trascendentales para entender el devenir del sector en los últimos años, y quizás también en el futuro: el crecimiento de las enseñas low-price y el de la participación de las marcas de distribuidor (MD).
Las enseñas low-price son las cadenas discount, a las que se agrega Mercadona. Son enseñas cuya promesa básica se sustenta en el precio, y más concretamente en el precio bajo constante de sus marcas propias. El panel de Kantar les concede en el 2010 casi un 30 % de parte del mercado, cuando en el 2008 su participación era del 25,5 %. Por su parte, la empresa Nielsen estima que el low-pricecapta el 40 % de la distribución organizada en productos de gran consumo (sin productos frescos).
Al igual que ocurre con las enseñas low-price, las MD (también conocidas como marcas blancas) se han visto claramente beneficiadas por la mala situación económica. El gran diferencial de precio entre estas marcas y las marcas de fabricante y la mejora de su imagen de calidad han hecho que estos productos representen más del 35 % de las ventas y más del 50 % de las unidades vendidas (fuente: Kantar).
Este crecimiento de las MD ha generado reacciones hasta ahora difíciles de imaginar, como que algunas marcas líderes fuertemente apalancadas en atributos como la calidad o la innovación anuncien bajadas de precio para poder recortar la distancia con las MD.
La crisis está afectando al consumo de categorías de productos más prescindibles. Ocurre con categorías de gran consumo que antes del 2008 estaban viviendo una época dorada y que ahora sufren un fuerte retroceso. Esto es evidente en las categorías de equipamiento personal y del hogar, y menos conocido es lo que ocurre con categorías de gran consumo como la perfumería o los licores.
Otro cambio significativo que se ha producido desde el 2008 es que ha aumentado la importancia de la cercanía de la tienda. Una tienda más cercana permite ahorrar en gasto de desplazamiento y además evitar caer en la tentación del surtido amplio que ofrecen los grandes hipermercados.
Y, ante esta nueva realidad, ¿qué se puede esperar para el sector para los próximos años? Antes de nada hay que saber que la situación en los próximos años será más difícil. Según el Magrama, el consumo alimentario en el hogar creció un 4 % entre el 2009 y el 2012, pero el consumo y el gasto per cápita cayeron en ese periodo un 3,5 y un 3,6 % respectivamente. El mercado se ha estado manteniendo gracias al crecimiento de la población, ya que la cantidad de producto consumido por cada habitante ha caído.
Sin embargo, el crecimiento poblacional se ha estancado y seguramente retrocederá en los próximos años. El INE estima que en el periodo 2012-2016 la población española retrocederá un 0,4 %. Como no es de esperar que el poder adquisitivo crezca –sino justo al contrario–, será difícil que se produzcan crecimientos del mercado de productos de gran consumo, salvo que vengan por la vía de aumentos de precios, algo que el comprador no está dispuesto a aceptar alegremente.
La caída de las rentas hará que la importancia del precio siga creciendo, y ello propiciará el aumento de la cuota de mercado de las enseñas low-price y de las MD. Las primeras, visto que corren buenos tiempos para ellas, acelerarán sus planes de expansión. También crecerán nuevos operadores especializados en determinadas categorías de producto y posicionados en precio –un ejemplo son las enseñas low-price de perfumería Equivalenza y Kiko Milano–. El resto tenderá a reaccionar ajustando sus precios a la baja, entrando en una competición de alto riesgo de la que solo unos pocos pueden salir bien parados.
Seguirá la concentración del mercado en unos pocos operadores. Para empezar, la venta de productos frescos seguirá pasando de las tiendas tradicionales a la distribución organizada (también conocida como canal dinámico). Sus precios más bajos y la economía de tiempo del one-stop shop han hecho que las compras de productos frescos en tiendas tradicionales haya sido en el 2012 el 38,3 % del total, mientras que en el 2011 fue del 39,6 % (fuente: Mograma).
En general la concentración en el sector continuará. Actualmente los tres primeros grupos distribuidores acaparan el 49 % de las ventas de productos de gran consumo sin frescos (fuente: Nielsen), mientras que en el 2010 su cuota de mercado era del 46 %. Sumando los cinco grupos principales, la concentración del mercado es del 62 %. Si atendemos a los criterios de PWC y Kantar, el mercado español de distribución alimentaria es un mercado maduro que tenderá a concentrarse aún más gracias a que los grandes operadores diversificarán su oferta para cubrir la mayor parte de los actos de compra posibles.
La competición por el precio y la falta de diferenciación en la oferta comercial incrementarán la infidelidad del comprador, y las enseñas se verán obligadas a compartir cada vez más a un cliente educado en el reclamo del precio más barato y la oferta puntual.
La consecuencia de todo esto puede ser el empeoramiento de las ventas por metro cuadrado. Traducido: problemas serios. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cuáles son los retos a los que han de enfrentarse las empresas de distribución alimentaria en los próximos años?
Primer reto: construir una imagen de marca diferenciada y bien valorada.
El primer reto que deben afrontar los distribuidores en base alimentaria es encontrar una imagen de marca exclusiva y que sea bien valorada por el comprador. No todo es precio, y en el «puro precio» solo unos pocos pueden ganar. Al fin y al cabo, como nos deja ver Kantar, los compradores que eligen guiados solo por el precio son 1 de cada 3; alguien debería estar preocupándose por conquistar a los dos tercios restantes.
La imagen de marca de muchos de los distribuidores está desdibujada. El freno en el crecimiento del mercado y la llegada de nuevos competidores harán muy difícil mantener las ventas. En ese momento los distribuidores se harán la pregunta del millón: «¿Por qué han de preferirme mis clientes?». Si la respuesta es el silencio, la situación es dramática.
Si a estas alturas no se tiene conquistada la imagen de precio, mejor no seguir intentándolo. Hay que tener la valentía suficiente para mirar a esos dos tercios para los que el precio no es lo único, que están dispuestos a pagar algo más por un verdadero valor añadido, encontrar cuál es ese valor y construir una identidad de marca sobre él. Es un camino más largo y difícil, pero que lleva a un lugar mejor.
Segundo reto: enfocar el negocio hacia un nuevo consumidor

El segundo reto empieza con los cambios sociodemográficos que se vienen produciendo y se consolidarán en los próximos años. Para empezar, la erosión de la clase media española deja un mercado polarizado en los que mantienen suficiente poder adquisitivo y los que están obligados a gastar poco. Hay que elegir dónde estar; escoger la posición intermedia puede significar ser atractivo para unos pocos.

El envejecimiento de la población hará que los mayores de 65 años sean más importantes porque serán más y porque serán de los pocos grupos demográficos que mantendrán su poder adquisitivo (al menos durante unos años).

Además hay que recordar que los hogares son cada vez más pequeños y que muchos de ellos estarán ocupados por una sola persona. Este fenómeno puede introducir cambios de mucha importancia tanto en la política de surtido como en el tamaño de los envases, la construcción del precio o los mismos formatos de tienda.
Afortunadamente, la crisis económica, social e incluso institucional no ha traído una crisis de valores. Al contrario, los ciudadanos han reaccionado tomando conciencia de sus derechos y aumentando su exigencia. Esta actitud se traslada también a la relación que mantienen con las marcas, y las empresas de distribución alimentaria no pueden ser una excepción.
Para empezar, más transparencia y más garantías. Los consumidores ya no pasan una. Las enseñas de distribución alimentaria deben entender que la relación con sus clientes ha cambiado, que estos se han puesto a su altura y las tratan de tú a tú, y que existen nuevas formas y canales de relación. Según un estudio de Internet República, solo dos de los 16 supermercados analizados aprueban la «asignatura» de Redes Sociales, y lo hacen con un suficiente raspado. Algunas enseñas se van a empeñar en recuperar el trato del «tendero de toda la vida», pero no deberían olvidar al nuevo «tendero digital».
La necesidad de encontrar una nueva forma de relación con los clientes afecta también a los programas de fidelidad, que tendrán que ser revisados en profundidad para que no se conviertan en una continuación de la guerra de precios por otras vías, cosa que podría ocurrir si se inicia una carrera por ofrecer el mayor porcentaje de descuento sobre las compras realizadas.
Si los compradores están reclamando que se los premie especialmente por su fidelidad, que se les ofrezcan ventajas personalizadas y recibir un trato acorde con la confianza que demuestran a la empresa a la que compran sus servicios (véase al respecto el último estudio de Ipsos sobre los programas de fidelidad en España), ¿qué mejor instrumento para hacerlo que los programas de fidelidad? Los programas de los distribuidores españoles se parecen demasiado entre sí, y la falta de diferenciación es muy cara, convierte en un gasto lo que debería ser una inversión. Los programas de fidelidad deben estar dotados de una propuesta económica de atractivo suficiente, pero, sin un complemento de servicio y emocional que contribuya a construir la imagen de marca de la enseña, sencillamente no lograrán su objetivo de ayudar a tener más clientes más fieles.
Tercer reto: renovar el mapa de canales y formatos comerciales.

Como se ha comentado, el mercado español es ya un mercado maduro. Dos síntomas de esa madurez son la alta concentración de mercado en pocos operadores y la crisis de algunos de los formatos tradicionales. Esta crisis es aguda en dos formatos: el comercio tradicional y los hipermercados. El formato que ha triunfado durante todo este tiempo es el gran supermercado, pero este reinado también puede estar amenazado.

La cercanía es un valor en alza. Los cambios provocados por la crisis y las nuevas generaciones que recuperan valores tradicionales impulsan al comprador hacia las tiendas más cercanas y más especializadas. Puede ser la vuelta al comercio de centro de ciudad, pero esta vez protagonizado por las grandes cadenas que diversifican su cartera de formatos comerciales para cubrir cada vez más tipos de compras y más tipos de compradores.
En mercados más maduros como los de EE.UU., Reino Unido, Francia o Alemania ya está ocurriendo. Enseñas que han sido sinónimo de gran superficie como Walmart, Carrefour o Migros están experimentando con tiendas pequeñas y, en ocasiones, de oferta diversa. En España la mayoría de las cadenas están abordando los pequeños formatos urbanos mediante la fórmula de la franquicia, mientras que no acaba de observarse un planteamiento claro sobre las tiendas de conveniencia, que de momento crecen de la mano de propietarios independientes –muchos de ellos de origen extranjero–, con algunas excepciones de pequeñas enseñas.
En cuanto a los nuevos canales, el gran reto será hacer que la venta por Internet crezca de manera sostenida y rentable. Según la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), el comercio electrónico de los hipermercados, supermercados y tiendas de alimentación supuso un 2,2 % del volumen total del comercio electrónico interior en el tercer trimestre del 2012. Es cierto que en el mismo periodo del 2011 el e-commerce de alimentos ni siquiera aparecía en las estadísticas, pero esta progresión no oculta que su nivel de desarrollo está muy lejos de su potencial y de la realidad de otros mercados. Los frenos para su crecimiento son fundamentalmente dos: el escaso apoyo de las grandes cadenas y la falta de alternativa al costo de la logística del último kilómetro.
En España el e-commerce alimentario está siendo impulsado por empresas que operan exclusivamente en la Red (conocidas como pure players), mientras que las grandes cadenas mantienen sus tiendas en Internet como un negocio secundario, en ocasiones gestionado por completo al margen del principal. En otros países, en cambio, el impulso de las grandes cadenas ha hecho que el negocio se esté desplazando hacia ellas, como indica Nielsen en su estudio sobre la influencia del medio digital en las compras de alimentación (agosto del 2012). El comprador es multicanal, y las grandes cadenas tienen muchas más posibilidades de aprovechar esta circunstancia. Para que esto ocurra hay que esperar un cambio de mentalidad y de orientación estratégica y solucionar el problema de la logística del último kilómetro.
La solución a dicho problema pasa por el click and collect. Las cadenas con una red extensa de tiendas pueden aprovechar su capilaridad para que los clientes compren en Internet y pasen a recoger sus pedidos a la tienda más cercana. De esta forma, el cliente se ahorra el gasto de envío y además no está sometido a la dictadura de la franja horaria de entrega. En Francia, el drive (es el nombre que a esta fórmula se le está dando en el país vecino) es todo un fenómeno que está revolucionando el panorama comercial y está ayudando a que el e-commerce de alimentos salga de su nicho.
Cuarto reto: integrar las nuevas tecnologías en el proceso de compra

Cross-channel, mobile-commerce, showrooming, social CRM (customer relationship management)Estos anglicismos se están instalando muy rápidamente en la jerga de los distribuidores. Las empresas deben esforzarse en integrar las posibilidades de las nuevas tecnologías en el proceso de compra de sus clientes; ellos (los compradores) ya lo están haciendo (en EE.UU., el 70 % de los encuestados dicen usar su smartphone mientras compran). Así que las alternativas son o bien dejar que esto afecte al distribuidor sin ningún control por su parte o bien aprovechar la tendencia para gobernarla y añadir más valor al comprador.

Recibir impactos promocionales en un dispositivo móvil, capturar información mediante lectura de códigos, hacer la lista de la compra con fotografías de los productos necesarios, obtener respuesta a una reclamación en Twitter, llevar un sistema GPS de localización de productos en tienda en el móvil, pagar sin dinero ni tarjetas…, todas las partes del proceso de compra pueden ser mejoradas gracias a las nuevas tecnologías. En los próximos años, términos como NFC (near field communication, «comunicación de campo cercano»), código QR o realidad aumentada deberán estar bien presentes en los planes de los distribuidores, quienes tendrán que derribar las barreras entre el mundo «off» y el mundo «on», que solo existen en su mente.


Quinto reto: fortalecer la colaboración con los fabricantes.


Con un panorama tan difícil como el que se avecina para los próximos años, la colaboración entre fabricantes y distribuidores es imprescindible. La esencia del negocio del comerciante es poner a disposición del comprador final los productos que otros fabrican, y los fabricantes necesitan a los distribuidores para hacer que sus productos lleguen al consumidor.

Es preocupante ver iniciativas que alejan la realidad de este paradigma que ha guiado la actuación de unos y otros durante décadas. Los distribuidores no tienen como misión sustituir a los fabricantes, y a estos les resulta muy difícil llegar al consumidor final sin la intermediación de los distribuidores cuando se trata de productos de consumo masivo. Además, los distribuidores cuentan con información fundamental para que los fabricantes conozcan mejor quiénes son sus clientes, y los fabricantes cuentan con los recursos necesarios para adecuar la propuesta a los diferentes tipos de clientes. Como siempre, no conviene tomar la parte por el todo. El objetivo debe ser encontrar con quién y cómo colaborar; tanto fabricantes como distribuidores saben que colaborando entre sí siempre han salido beneficiadas ambas partes.

En definitiva, transformar el negocio mientras se lucha por la supervivencia parece una tarea de héroes, pero quizás en lo primero se encuentre la clave para conseguir lo segundo.

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