Son
muchos los factores que ayudan al éxito de un centro comercial. Por un lado
están los tangibles –oferta comercial, estructura arquitectónica, facilidad de
accesos, capacidad del parking…–
, y por otro, los intangibles –belleza, comodidad, pertenencia…
Los
primeros son elementos inherentes al centro comercial y a su planificación
desde el comienzo del proyecto. Los segundos hay que trabajarlos desde el
marketing.
Mientras
que los tangibles son replicables, los intangibles, si son trabajados de manera
correcta, serán exclusivos de nuestros centros, convirtiéndose en nuestra seña
de identidad única y diferenciadora de la competencia.
Los
tangibles consiguen afluencias impulsivas, a corto plazo, mientras que los
segundos, al vincular emocionalmente al cliente con nuestro centro, consiguen
fidelizarlo e incrementan la visita media, las afluencias y el consumo en el
largo plazo.
Uno
de los marcadores que mejor expresan esta relación emocional con nuestros
clientes es el concepto de top
of mind, porque proporciona
una referencia sobre cuál es el posicionamiento emocional de nuestra marca con
relación a la competencia en la mente del consumidor. Y es ahí donde hay que
ganar la batalla, en la mente del consumidor.
Y,
para ganar esa batalla, desde los departamentos de marketing solemos trabajar
conjuntamente en acciones tangibles, que intentan motivar la visita en el corto
plazo, y acciones intangibles, aquellas que hacen que cualquier visita sea
memorable. El problema es que la línea de trabajo de las intangibles –la más
importante, porque es la que consigue realmente fidelizar– suele caracterizarse
por la inercia y no suele estar planificada ni incluida en nuestros planes de
marketing.
Esto
no es algo único y exclusivo de los centros comerciales. Para muestra, quiero
compartir la sorprendente definición que nos da la Wikipedia sobre el marketing:
El
marketing es el conjunto de técnicas que con estudios de mercado intentan
lograr el máximo beneficio en la venta de un producto: mediante el marketing
podrán saber a qué tipo de público le interesa su producto.
Este
es el proceso que se sigue hoy en día en la mayoría de los centros (y las
empresas) para hacer los planes de marketing. Realizamos un estudio de mercado,
de clientela o de visitantes y con sus resultados encontramos claves que nos
ayudan a perfilar nuestro producto para atraer a nuestro público.
La
mayoría de las estrategias de marketing en los centros comerciales han girado
en torno a los eventos como herramienta fundamental para atraer gente a los
centros. Son estrategias que miran al corto plazo más que al largo. El problema
de estas estrategias es que, de la misma manera que mi competencia me puede
imitar en comercialización o servicios, también lo puede hacer con los eventos
o acciones que realizamos. Y eso no me hace ser diferente. No me hace ser
único.
Eso
no quiere decir que dejemos de hacer eventos. Todo lo contrario. El problema es
que, al realizar eventos, tenemos que saber estar en el lado correcto de la
línea que separa el premio del soborno a nuestros clientes.
Soborno es todo aquello que doy a mis clientes
por venir a comprar pero que ni los vincula emocionalmente ni es original o
único. Por ejemplo, regalar bolígrafos o tazas con el logo del centro comercial
no es original ni único. Regalar una experiencia vinculada al posicionamiento
del centro es crear un recuerdo que se graba a fuego en la memoria del cliente,
y eso sí es original y único.
Todo
en la vida tiene procesos de evolución similares. Y por ese motivo me gusta
mucho utilizar metáforas que ilustren muy gráficamente lo que quiero
transmitir. Por eso, en este caso, quiero comparar el marketing con el proceso
general de la evolución del pensamiento humano. Ahora mismo muchas empresas se
encuentran ancladas en su particular Edad Media del marketing, donde lo
importante sigue siendo el producto, entendiendo como tal –principal pero no
exclusivamente– los rótulos del centro. Muchos ya han dado el salto al
Renacimiento para situarse en una especie de antropocentrismo donde el foco es
siempre el cliente.
Esta
segunda opción, mucho más compleja de desarrollar y quizás mucho menos vistosa,
nos da mejores resultados a medio y largo plazo y nos asegura la supervivencia
en épocas de crisis como esta en la que estamos inmersos ahora mismo.
Tradicionalmente
en marketing de centros comerciales se ha trabajado sobre las cuatro pes
originales del marketing, a saber: product,
prize, place y promotion (producto, precio, distribución y
promoción), y con ellas intentábamos responder a las preguntas de ¿qué?, ¿cuánto?, ¿dónde? y ¿cómo?,
o, lo que es lo mismo, ¿qué vendo?, ¿a cuánto lo cobro?, ¿dónde lo distribuyo?
y ¿cómo lo promociono? Esto es lo que conformaba nuestro marketing mix.
Más
tarde surgieron nuevas inquietudes y se incorporaron tres nuevas pes del marketing mix para hacernos pensar más y hacer
planes de marketing más largos, más sesudos y que nos obligaban a realizar más
análisis, con la esperanza de hacer estos más certeros y poder vender más.
Estas tres nuevas pes son: people,
process y physical evidence (personas, procesos y presencia
física).
Quiero
dar una pequeña explicación sobre cada una de las pes, porque, aunque hay algunas
que son claramente explicativas en su enunciado, otras pueden resultar
confusas:
·
Producto. Aquello por lo que un cliente paga
un precio, ya sea una idea, un servicio, un bien…
·
Precio. El valor económico en que yo estimo
mi producto una vez analizados todos los costes,
precios de la competencia, valor añadido de mi marca o producto sobre el resto,
margen que quiero obtener…
·
Plaza
o distribución. Dónde voy a
vender mi producto y cómo lo haré (tiendas de barrio, grandes superficies,
punto de venta propio, corners…).
Qué canales de venta usaré para hacer llegar el producto a mi cliente (brick, clic, catálogo…). Y aquí no se incluye
solo ese dónde másmacro, sino
también el micro, lo que implica seleccionar la mejor
ubicación dentro del espacio de venta y trabajar el marketing sensorial para
atraer al cliente hacia el producto a través de los cinco sentidos.
·
Promoción. Esta es la parte en la que salimos a
la calle y gritamos a los cuatro vientos cuál es nuestro producto y por qué es
mejor que el de la competencia. Incluye la publicidad, relaciones públicas,
comunicación on- y offline, venta personal, campañas promocionales…
Hasta
aquí, las pes más clásicas, que están más centradas en el producto (ergo
centradas en la empresa y en los beneficios de esta) y a las que luego
incorporamos otras tres pes que giran un poco más en torno al consumidor:
·
Personas. Alguien se dio cuenta de que, a
pesar de tener un buen producto, a un precio adecuado, en unos magníficos
puntos de venta y con un packaging excepcional, si el dependiente no
quiere vender ese producto, el producto no se vende. Pues bien, este personasse refiere no solamente
al personal que atiende al cliente, sino a todas las personas de la
organización. Todo el que
trabaja para la empresa ha de ser prescriptor de la misma y de sus productos
desde el convencimiento de que nuestros productos o servicios son los mejores.
Si no es así, nuestro producto (ergo nuestra empresa) acabará siendo ignorado
por un consumidor con miles de opciones.
·
Procesos. También es vital que estructuremos
correctamente los procesos de nuestro producto y nuestra empresa. Si todos los
procesos de nuestra empresa son como una máquina bien engrasada que funciona
sin errores ni roces, entonces podremos adquirir compromisos de precio, entrega
y servicio que hagan que la experiencia de compra del cliente sea lo más
satisfactoria posible.
·
Presencia
física. Desvinculamos los elementos
sensoriales que analizamos en «Plaza» y los consideramos tan importantes como
para crearles un espacio propio. No hay que olvidar que la información que
llega a nuestro cerebro no lo hace solamente a través de los ojos y el oído.
Estamos muy poco acostumbrados a percibir información del mundo que nos rodea a
través del gusto, el tacto o el olfato y, sin embargo, la impronta que dejan
–por poner un ejemplo, los sabores vinculados a recuerdos– es mucho más fuerte
que la de las imágenes. Elneuromarketing tiene mucho que decir a este respecto.
Y
ahora quiero repetir la frase con la que comenzaba:
El
marketing es el conjunto de técnicas que con estudios de mercado intentan
lograr el máximo beneficio en la venta de un producto: mediante el marketing
podrán saber a qué tipo de público le interesa su producto.
Quizás
ahora me sea más sencillo explicar la sorpresa a la que hacía referencia
anteriormente al presentar la definición de marketing. Esta frase describe el marketing como
lo que tengo que hacer para averiguar a qué tipo de público le gusta mi
producto, pero, si cuando saco
un producto no sé cuál es mi público, tengo un problema. Y, sobre todo, lo
describe como algo que solo
busca el beneficio para la empresa, no para el cliente.
Los
productos o servicios han de construirse alrededor del cliente, y no al revés,
como se ha hecho en incontables ocasiones. Steve
Jobs dijo una vez que «el
consumidor no sabe lo que quiere hasta que se lo muestras» y, a pesar de ser
una sentencia pretenciosa, no es desacertada, pero sí habitualmente mal
entendida. Jobs no sacaba un producto al mercado que no supiera que iba a
cubrir una necesidad latente de los consumidores. Jobs sabía que hay que
satisfacer las necesidades del consumidor, quien sabe que le falta algo, pero
no tiene claro cómo satisfacer esa necesidad.
¿Y
cómo trasladamos todo esto a un centro comercial? Pues no es sencillo. Un centro
comercial no tiene producto,
lo tienen las tiendas, cada una de ellas con sus propias políticas comerciales.
Tampoco pone el precio de los productos de las tiendas ni
elige los procesos de distribución de los productos. Al final, un centro
comercial vende un espacio, vende un intangible, sí, pero puede y debe buscar
sinergias con las tiendas que contiene en su espacio.
Hoy
en día disponemos de un sinfín de canales para acceder a la información sobre
productos, precios y promociones de nuestros operadores. Quizás nuestra función
deba ser la de convertirnos en canalizadores de toda esta información. La
mayoría de los centros están presentes en redes sociales y tienen boletines y
páginas webs que son seguidos por decenas de miles de personas todos los meses.
Podemos usar estos, o cualquier otro canal, para dinamizar la información que
generan nuestras tiendas. De esta manera conseguiremos hacer nuestro el precio y el producto.
En cuanto a lapromoción, podemos dinamizar las de las tiendas o generar
las nuestras propias.
Está
claro que, de las cuatro primeras pes, nosotros solo controlamos la plaza, ya que el resto de las
variables quedan lejos de nuestro alcance. Por lo tanto, el éxito de un centro
comercial y de sus acciones de marketing radica en dos pilares fundamentales: la comercialización y el entorno.
Ambos conceptos están, además, vinculados entre sí y son codependientes. Si
tengo un centro comercial con todas las grandes firmas, pero es un espacio
sucio, poco luminoso, mal conservado e inseguro, no atraeré a nadie. Asimismo,
si el espacio está en perfecto estado de conservación, pero las firmas no
acompañan, tampoco lograré atraer ni fidelizar.
Por
eso es muy importante que se involucre desde el principio a los equipos de
marketing tanto en la comercialización como en el diseño de los centros
comerciales, para que los productos finales sean espacios agradables en los que
estar y que posean un mix de comercialización adecuado para el
público de las zonas primarias. Si trabajamos bien la comercialización y
convertimos nuestro centro en un espacio multisensorial, adaptado a las necesidades reales de los clientes y con una cuidada
atención al cliente (trabajando las tres últimas pes), tendremos mucho camino
recorrido.
Podemos
gastarnos millones en la promoción de nuestro espacio, pero, si luego no somos
capaces de cumplir las expectativas creadas en nuestros clientes,
flaco favor nos haremos. Por eso, es vital que los departamentos de marketing
de los centros luchen por que se invierta en mejorar sus espacios. Ese es
nuestro producto, eso es lo que vendemos. No vendemos campañas de moda, no
vendemos rebajas, vendemos un sitio donde el cliente pasa una media de dos
horas y media y donde compra moda o se va de rebajas. Nosotros damos el soporte
para todo eso.
Convirtamos
nuestros centros en experiencias,
trabajemos lo sensorial y lo emocional. Si vendemos aire (intangibles), hagamos
que huela como mejor pueda oler. Lo que no debemos hacer nunca es generar
expectativas que excedan lo que podamos entregar.
Todos
los centros que hayan trabajado los elementos más emocionales y de confort y
que hayan conseguido realmente conectar emocionalmente con sus clientes estarán
ahora mucho mejor posicionados para afrontar esta fase de bajada de consumo que
estamos atravesando.
A
todo esto hay que sumarle tres tendencias que han tenido lugar en el mercado en
los últimos años. Por un lado, los clientes son cada vez menos fieles a las
marcas. Por lo menos a aquellas que no les aportan nada más que el producto y
que están siendo sustituidas por otras parecidas, pero de menos coste.
Y
este ejemplo nos lleva a la segunda tendencia, a la que me gusta llamar «efecto
cascada». Los segmentos más altos de la población siguen comprando las marcas prime, pero dentro del resto se produce un
descenso en la categoría de la tienda donde el cliente realiza sus compras.
Por
último, la compra por necesidad. La compra por impulso y de productos
innecesarios está desapareciendo. Eso es un problema por dos motivos. El
primero es que gran parte de la venta se ha sustentado en la compra por impulso
del consumidor, y el segundo, que detrás de esa compra por necesidad hay un
consumidor que cada vez se piensa más lo que compra y analiza los pros y los
contras de su compra antes de llevarla a cabo, lo que está creando consumidores
más responsables y preparados.
Por
eso es tan importante trabajar los intangibles, porque llegan a la mente del
consumidor de maneras no habituales y, en una compra concienzuda, en un mercado
repleto de productos similares, son determinantes a la hora de decidirnos por
un producto o por otro.
Como
reflexión final, me gustaría expresar el deseo de que en los centros se hagan
menos planes de marketing y más planificaciones estratégicas de posicionamiento
que integren a los departamentos de marketing, comercial, patrimonial y de
servicios generales. Que todas las partes que están involucradas en hacer de
nuestro centro un centro de éxito y de referencia vayan de la mano.
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