En un mundo tan
cambiante como el actual tan sólo sobreviven aquellas empresas que saben
adaptarse a los cambios con rapidez.
Y el saber
anticiparlos, el ser capaz de tomar la iniciativa, constituye una ventaja
competitiva de primer orden y permite que la empresa gane posiciones.
El líder tiene la
habilidad de adelantarse a los acontecimientos.
El líder se
caracteriza por esta capacidad de "ir por delante", de prever los
movimientos del sector. Ello le permite ir tomando las medidas oportunas para
que la empresa se encuentre siempre en primera línea.
Esta capacidad
estratégica es captada por el grupo y en ella se basa gran parte de la confianza
que éste deposita en su líder, en la medida en que entiende que su futuro se encuentra
en buenas manos.
El líder se preocupa
del corto plazo de la empresa, pero también, y muy especialmente, del largo
plazo.
El líder no es una
persona que en un momento dado tiene una idea "mágica", sino que su manera
habitual de funcionar es mirando siempre hacia delante, señalando nuevos retos,
fijando nuevas metas.
Es una persona
inquieta, inconformista, soñadora, pero que consigue materializar sus sueños:
tiene una confianza ciega en llegar a lograr sus objetivos.
El líder es seguido
por el equipo porque genera confianza; su visión de futuro es exigente, pero
creíble y motivadora: genera entusiasmo.
El futuro que el
líder defiende conlleva objetivos difíciles pero alcanzables. Si su idea de
futuro fuera meramente utópica nos encontraríamos ante un lunático, no ante un
líder.
Su visión de futuro
genera un fuerte consenso dentro de la organización.
Debe ser un futuro
que busque el bien de la empresa, pero también el de cada uno de sus empleados.
Si no fuera así, difícilmente conseguiría el respaldo del grupo, y sin este respaldo
difícilmente podría alcanzar sus objetivos.
Por ejemplo, si el
gerente de una empresa busca maximizar el beneficio a base exclusivamente de
recortes de gastos (incluyendo reducciones de plantilla) no es probable que
genere excesivo entusiasmo entre los empleados (el interés de la empresa
chocaría con el particular de cada persona).
Si por el contrario,
basará su estrategia en mejorar la calidad de los productos, buscando un crecimiento
del beneficio empresarial del que se beneficiaran también los empleados, es muy
probable que éstos pusieran todo su empeño en lograr este objetivo.
Aunque el líder es
quien señala los objetivos a largo plazo, en su concreción debe buscar que
participen activamente sus colaboradores con el objetivo de conseguir
establecer unas metas que todo el mundo sienta como propias.
La organización se
siente especialmente motivada cuando lucha por unos objetivos con los que se
identifica (y no vienen meramente impuestos).
En definitiva, esta
visión de futuro es lo que distingue a un líder de un simple buen gestor
.
El buen gestor es
capaz de conseguir que los empleados trabajen eficientemente, que se encuentren
motivados, que alcance los resultados propuestos, pero le falta esa visión estratégica
que es básica para asegurar la supervivencia de la empresa.