jueves, 24 de abril de 2014

La familia es la base de la sociedad y el individuo es la base de la familia_Carlosierra

Para el análisis en este artículo me basaré en la que reconocemos como la familia típica en nuestro medio. Respeto otras conformaciones familiares, pero no serán ellas el objeto de este análisis.
El mercadeo tradicional, en algún momento de su historia pasada, tomó el ciclo de vida familiar como uno de los muchos criterios de segmentación, al reconocer que los factores demográficos, como por ejemplo los de sexo y edad, tomados en forma aislada, no son suficientemente útiles para la segmentación del mercado. El ciclo de vida familiar representa varias etapas diferentes en la vida familiar normal.
Recordemos que las etapas establecidas en aquel entonces por los teóricos eran, si mal no recuerdo, las siguientes:
1. Etapa de soltería: personas jóvenes sin vínculos matrimoniales
2. Nido vacío 1: parejas jóvenes, casadas, sin hijos
3. Nido lleno 1: parejas jóvenes, casadas, con hijos menores
4. Nido lleno 2: parejas casadas, de mayor edad, con hijos todavía dependientes, posiblemente ya mayores
5. Nido vacío 2: parejas casadas, de mayor edad, sin hijos dependientes
6. Etapa de viudez: personas de mayor edad, que viven solas, aun trabajando o ya retiradas
Este tipo de segmentación fue bastante útil, mientras existió un concepto arraigado de familia. Pero ¿serviría hoy? Ya hasta hablar de pareja de heterosexuales o hablar de casados, o incluso de hijos, suena a discriminante. Y puede exponer al que así hable a una demanda.
Una familia de valores nobles está compuesta por individuos de valores nobles. Nuestra familia clásica en nuestra cultura occidental surge con el consentimiento de unión de dos personas que aceptan formar una familia. La familia, en su primera fase, está conformada solo por esas dos personas, las cuales, en la medida en que compartan más sus valores, más probabilidades de unión duradera tendrán. En esta fase, la comercialización, si bien tiene que seguir haciendo ejercicios para satisfacer las necesidades diferentes de cada individuo, deberá ocuparse también de llenar los vacíos que surgen ahora para la familia que nace.
De esta forma, el surgimiento de una familia empieza a ampliar las actividades de comercialización. Ahora el mercado es cada individuo más la pareja. ¿Qué pasa si la familia no surge así? La comercialización no pasa de satisfacer las necesidades para los dos individuos. ¿Qué pasa si la familia se desintegra justamente después de esta etapa? La comercialización regresa solo a satisfacer las necesidades para los dos individuos. Desde el punto de vista de la comercialización, la unión en la pareja da como resultado 1+1=3. Si no surge unión será 1+1=2
Sigamos analizando: Al surgir, por razones biológicas (o de adopción) nuevos miembros en la familia, aparece otro tipo de vacíos que se hace necesario llenar para el mejoramiento de cada individuo dentro de la familia, para el mejoramiento de la pareja en su rol de matrimonio, para el mejoramiento de la pareja en su rol de padres y para el mejoramiento de la nueva persona que aumenta la familia.
Las posibilidades del ejercicio de comercialización se multiplican mágicamente. Pero con una serie de características espectaculares que facilitan enormemente dicho ejercicio de comercialización, mientras la familia permanezca unida: el lenguaje es relativamente común, los medios para llegar a comunicarse con todos y cada uno los miembros de la familia están más sencillamente canalizados, la distribución es más simple, la educación es más fácil, el respeto es más patente, la convivencia es mejor, la tolerancia se fortalece, la solidaridad se magnifica, el sentimiento común de mejora es más poderoso que el sentimiento aislado, los miembros de la familia unen capacidades para adquirir cosas que solos no podrían. En fin, pienso que el ejercicio de los procesos de comercialización sería más eficiente y más amable.
Afirmar que el mercadeo es el culpable de la desintegración de la familia es algo temerario. Por lo tanto, trataré de ser tan preciso como pueda. No es el mercadeo el culpable: es el mal mercadeo, aquel que se hace pensando que la función del mercadeo es generar rentabilidad para las empresas, posibilitándoles el crecimiento que les garantice supervivencia; ese mercadeo que no tiene en cuenta los beneficios sociales, que deben ser colectivos y extensibles más allá del grupo de clientes identificables por la empresa.
Es que si el mercadeo solo busca rentabilidad, no tiene nada de distinto a la administración financiera y debe desaparecer. Los procesos de comercialización responsablemente ejecutados conllevan a mejorar a la organización, mejoran a los clientes y mejoran la comunidad en general. Es decir, elevan la calidad de vida en forma comunitaria.
Si cada empresa, para cada producto-servicio, busca nichos, micro-nichos, uno-a-uno, eso está bien. Pero si lo hace proponiendo ambientes, estilos de vida, cultura, sueños aislados por completo del sistema familiar, cada uno en la familia toma su camino independientemente del camino de cada uno de los demás: la familia empieza a desmembrarse y el ejercicio del mercadeo empieza a volverse más complejo.
Al principio, las empresas miopes y cortoplacistas lo toman como la gran oportunidad de dejar atrás a los competidores que no se adapten, como la gran oportunidad de explotar nuevos mercados, nuevos productos. Surgen las generaciones, X, Y, W, emos, yuppies, geeks, etc. Las empresas los llevan, gracias a los medios electrónicos modernos, a vivir en mundos exclusivos para ellos en los que no son personas, sino un avatar, un login, una clave.
Allí, en esos mundos de fantasía aislados, “conversan” con otros “amigos” que ni conocen pero que están en su red social en la que tienen otros 2.327 “amigos”. Pero en esos mundos no tienen que convivir, no tienen que llegar a acuerdos, porque simplemente cuando las cosas no se dan como ellos esperan hacen clic y se pasan a otro mundo.
Para hablar solo de los menores de edad: en esos mundos consumen y consumen, lejos de la realidad de que consumir es algo más que pedirle a papá o a mamá; y de que consumir responsablemente es más que obtener todo lo que se desea. No tienen que respetar reglas sociales. Es más, mientras más vencidos dejen en el camino, tanto mejor para los propósitos. Mientras tanto, encerrados en su hábitat individual no establecen comunicación con las personas que tienen a dos centímetros de distancia, no conocen sus gustos, sus deseos; por lo tanto, no establecen sueños en común, no suman recursos para compras compartidas, no piensan en mejoras colectivas, no consumen en común, atomizan el consumo.
Varias personas, con sus gustos individuales, consumen lo que les gusta en el momento en que les gusta. No tienen que tener en cuenta a los demás en casa. Por eso compran sus pequeñas cantidades. No hay compras colectivas para almuerzos en común, para cenas en común, para desayunos en común. No se propician las conversaciones familiares, aquellas en las que se hacen planes, en las que se forjan sueños, en las que se plantean visiones, las que propiciarían un mejor ejercicio de la comercialización.
Las empresas, mientras tanto, multiplican los esfuerzos por llegar a un mercado cada vez más atomizado, cada vez más difícil de abordar, con menos tiempo para determinar estrategias cada vez más complejas, puesto que cada vez más habitantes, más dispersión de gustos, menos grupos familiares, más individualizadas las “relaciones” hacen más ineficiente la labor. Entonces las empresas exigen más de sus empleados, más tiempo para pensar en qué hacer, puesto que ahora las cosas son más complejas que antes y estos negocios ya no son tan rentables como antes, exigen más dinero para abordar micro-nichos, el uno a uno, la individualización de las estrategias. Y esas empresas se enorgullecen por ser capaces de hacer “uno a uno”.
Las empresas empiezan a demandar más horas de trabajo a sus colaboradores; estos conviven más con los compañeros de trabajo que con la familia, a la que ni conocen despierta. Los compañeros de trabajo no sustituyen a la familia por la competencia que propicia el sistema laboral, las empresas no se preocupan por los empleados sino por su productividad y no les interesa si la familia está sin la presencia del colaborador. Si este demanda tiempo para la familia, se le considera falto de compromiso. Fortalecen las finanzas de la empresa (en el corto plazo) pero debilitan su estructura humana.
Conocer las necesidades de cada uno y resolverlas: claro que sí, así es. Pero si esa manera de aproximarnos a los clientes la hacemos fortaleciendo la unidad familiar, todos ganamos: los individuos, la familia, la sociedad, la comunidad, el mercado, las empresas y los procesos de comercialización.
Una familia unida consume más, comparte más, propicia mejores valores, distribuye mejor la riqueza (por la solidaridad, por los aportes comunes), fomenta la estabilidad, propicia la mejora colectiva, piensa más en lo común, establece más sueños, compra lo que cada uno por separado no puede comprar.
Una familia de valores sanos, unida, fortalece la comunidad, hace consumidores más responsables, de aquellos que piensan en el bien común y no compran simplemente porque es más barato así sea de contrabando o de “un lavadero”.
Una familia de valores sanos que permanezca unida es más receptiva a los mensajes de cuidar la naturaleza, de propiciar el bienestar común, de ser responsables, de ser cívicos, de ser socialmente comprometidos.
Una familia unida es más sana, come mejor, mentalmente está más estable, sufre menos accidentes.
Unas familias unidas conforman comunidades más sólidas moral, social, espiritual y económicamente. Y estas comunidades son mejores para el trabajo de los procesos comerciales.
El proceso comercial de las empresas responsables, éticas y con proyección al mejoramiento propio y del mercado en el que se desarrollan y del que viven se facilita enormemente y da más gratificaciones.
¿Para qué tanto desgaste formulando costosas “estrategias de responsabilidad social” que al final solo son un “lavado de manos” para limpiar la conciencia por todo el daño que se hace? La fórmula es sencilla y es una obligación de toda empresa: fortalecer la familia.
Fortalezcamos a cada individuo, pero siendo consientes como empresas y haciendo conscientes a cada uno de ellos de que son parte importante de su familia. Respetemos a la familia, respetemos a cada individuo que la conforma. Démosle valor a cada individuo dentro de su familia. Trabajemos por fortalecerla y veremos cómo se nos facilitará la interacción comercial con el mercado.
Hay tantos aspavientos con la responsabilidad social (que muchos la manejan con mucha irresponsabilidad social), y la fórmula más fácil, más económica, más impactante, de más rápidos resultados y más duradera es fortalecer la familia. ¿Qué tal que todos los recursos dedicados a la farsa de la responsabilidad social “tipo Pilatos” se encaminaran a fortalecer a la familia?
Individuos llenos de sanos valores, que conforman familias de arraigados valores de bien, conforman sociedades de bien que valoran a sus empresas, porque saben que están constituidas por personas de bien como ellos, porque vienen de familias de la misma sociedad.
¿Acaso no es esto lo que toda empresa sueña: un mercado confiable que confía en ella? No se nos olvide que la confianza “vende” lo que la dicha no alcanza.
Y en cuanto a la administración  pública, corresponde a esta un gran papel en la educación del nuevo consumidor y en hacer un gran esfuerzo para lograr el afianzamiento de la unidad familiar. Con seguridad, como lo dije atrás, que los gastos posteriores en combatir la inseguridad, en  solucionar los problemas de vicios o en solucionar las enfermedades derivadas de la promiscuidad,  en cuidar las obras públicas, en proteger la propiedad privada y la pública, en evitar y sancionar la corrupción y la delincuencia, serán infinitamente menores que la inversión anticipada en fortalecer los individuos para consolidar a la familia como base fortísima de una gran sociedad.

La mejor y más duradera obra pública, la que más se recordará, la que más impactará a la sociedad, la que más propiciará el recorrido hacia la felicidad de los individuos y de la comunidad, la que más glorificará a su gestor, será la obra gigantesca y de inestimable valor  de hacer de su comunidad un sólido conglomerado de familias llenas de nobles valores, compuestas por individuos del mismo talante.
Fuente: http://perceptologia.wordpress.com/2012/08/23/la-familia-es-la-base-de-la-sociedad-y-el-individuo-es-la-base-de-la-familia/

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