El único servicio que vale la pena prestar es aquel que está invadido de pasión. Un rasgo común a los grandes servidores de la humanidad es la pasión, creo no equivocarme al decir que era esa cualidad la que los hacía o los hace diferentes a la hora de servir. Si el servicio no está poseído por la pasión lo que hagamos será una actividad más, un trabajo más.
La indiferencia es el cáncer del servicio de calidad. Es una pena que la indiferencia sea tan exageradamente común en la prestación del servicio.
Cuando se ignoran el cliente siente que lo mejor será cambiar de proveedor.
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