Compuesta por el genial violinista genovés NicoloPaganini, y transcrita para el que, según los entendidos, ha sido el intérprete más virtuoso de piano de todos los tiempos, el húngaro Franz Lizt, del cual se dice que alcanzaba dos octavas del piano con cada mano.
Tanto Paganini como Lizt, parece ser que componían y hacían las transcripciones musicales con un grado de dificultad tal, que las interpretaciones resultaban casi imposibles para los demás músicos.
Esta obra en particular es difícil de interpretar y, por tanto, sólo al alcance de unos pocos privilegiados.
Si además, como en este caso, el intérprete es un joven ciego y con Síndrome de Down, estamos presenciando una genialidad en su sentido más estricto.
Cuando termina la interpretación y saluda, se tiene que asir al piano para orientarse, y resulta curioso el movimiento de sus dedos, que parecen tener vida propia.
La obra dura poco más de cuatro minutos. Se puede suponer que los aplausos duran más del doble, pues están cortados. También que al aprendizaje le habrá dedicado más de diez horas al día, desde que empezó a andar.
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