La formulación de una estrategia parte de la definición de
la propia empresa, el producto que vende o el servicio
que presta y el mercado al que sirve.
La puesta en marcha de una estrategia supone desde el
principio la definición de la misión de la empresa que describe su papel y su
función en una orientación al mercado. Las contestaciones a tres preguntas
permiten definir la misión de la empresa:
¿Cuál es nuestro ámbito de actividad?,
¿En qué ámbitos de actividad deberíamos estar? y
¿En qué ámbitos de actividad no
deberíamos estar?.
El ámbito de actividad debe ser definido
en relación a una necesidad genérica, en términos de solución aportada al
consumidor y no en términos técnicos, para evitar el riesgo
de centrarse en el producto.
La definición del mercado de referencia no debe
efectuarse en términos tecnológicos, puesto que las necesidades genéricas
permanecen mientras que las tecnologías están cambiando rápidamente.
La delimitación del mercado relevante pretende
definir el grupo de consumidores atendidos o interesados por
un producto, en qué se les satisface y cómo se les satisface.
La orientación al mercado precisa analizar los
productos-mercado que la empresa puede atender. Cada producto-mercado
se define por un grupo poblacional, una función del producto y una
tecnología.
Las empresas deben comenzar definiendo un conjunto de
funciones que puede ofertar a distintos grupos de consumidores
En segundo lugar, deberá decidir el alcance de sus
actividades, la extensión con que se van a cubrir una o varias funciones
del producto y la tecnología a emplear.
Por último, es necesario decidir si se realiza una
oferta diferenciada para cada grupo de consumidores.
Fuente: aulafacil.com
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