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En la negociación hay que
emplear aquellos argumentos que mejor respondan a los intereses reales de la
otra parte.
Por ejemplo, si una entidad
financiera negocia con una empresa informática el mantenimiento de su red de
ordenadores, esta empresa tiene que detectar qué es lo que valora
principalmente el banco (un precio económico, la seguridad, la fiabilidad, el
apoyo técnico, etc.).
Una vez que conoce cuál es el
principal interés (por ejemplo, fiabilidad) debe utilizar
aquellos argumentos que mejor respondan a esta preocupación.
En la argumentación hay que ser
selectivo.
No se trata de soltar una lista
interminable de posibles ventajas
(algunas probablemente cuestionables), sino de seleccionar aquellas de
mayor peso, aquellas que sean realmente irrefutables.
La argumentación se debe preparar
en la etapa inicial, antes de sentarse a la mesa de
negociación. Para ello es fundamental conocer en profundidad nuestra propia
oferta, compararla con las de los competidores y considerar los posibles
intereses de la otra parte.
El negociador acudirá a la reunión
con una batería de argumentos a
emplear. A medida que vaya detectando cuales son las preocupaciones
principales del interlocutor se irá centrando en aquellos argumentos
que mejor respondan a las mismas.
Los argumentos hay que presentarlos
con firmeza, con convicción, pero sin prepotencia (podría originar rechazo en la otra parte).
Cuando uno presenta un argumento
con el que pretende convencer a la otra parte es frecuente que éste plantee
objeciones.
En la fase de preparación hay que
tratar de anticipar las posibles objeciones que nos
pueden plantear y preparar las respuestas oportunas.
La objeción no hay que
interpretarla negativamente, como
un obstáculo que surge en nuestro camino hacia el acuerdo, sino que es una señal
de que la otra parte está interesada en la negociación (en caso contrario
no se molestaría en objetar, simplemente se limitaría a finalizar la
negociación).
Además, la objeción es una
fuente de información ya que nos indica qué es realmente lo que le
preocupa a la otra parte, dándonos la posibilidad de afinar mejor nuestra
oferta y de ser más selectivo en nuestra argumentación.
En todo caso, hay que distinguir cuando se tratan de objeciones
reales (que habrá que contestar en profundidad, con todo lujo de detalle)
y cuando son meras excusas, bien para ganar tiempo, bien con objeto de
finalizar una negociación que no le interesa.
Fuente: aulafacil.com
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Profesional en Mercadeo con Maestría en Educación, consultor y formador en competencias laborales para el Retail, (SENA), – Formación para el trabajo -. Doctor Honoris Causa en Mercadeo, con énfasis en Perceptología Comercial, Gerente general de RETAIL MASTER (Formación incluyente para el Retail), amplia experiencia en formación y vinculación de personas con discapacidad para el mundo del Retail. gerenciaretailmaster@gmail.com ... Síganme en X como: @jaime_pepo
jueves, 10 de noviembre de 2016
Negociación _ Argumentos y objeciones
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