Como al comenzar las negociaciones
las posiciones de las partes están distanciadas (si coincidieran no haría falta
negociar), el buscar un punto de acuerdo va a exigir que ambas partes hagan
concesiones.
Antes de comenzar la negociación uno
debe tener muy claro con qué margen cuenta, hasta
dónde puede ceder y cuál es el límite que no puede sobrepasar.
Cuando uno fija su posición inicial
ésta le debe permitir cierto margen de maniobra por si tuviera que
realizar concesiones.
Ello explica el por qué la posición
inicial se sitúa normalmente por encima del objetivo. No obstante, como ya
se ha señalado, esto no justifica plantear posiciones iniciales extremas que lo
único que hacen es dificultar la negociación.
Además, cuando la posición de partida
está fuera de toda lógica el negociador pierde credibilidad. La otra parte no
la va a tener en cuenta o simplemente va a renunciar a negociar.
Lo ideal es esperar a que sea la otra
parte quien comience realizando concesiones, aunque también cabe tomar la
iniciativa, lo que concede cierta fuerza moral
ya que uno muestra una buena predisposición a llegar a un acuerdo.
Las concesiones se hacen buscando un
objetivo inmediato, en el momento en que pueden
tener mayor impacto y no de manera aleatoria.
Por ejemplo, para superar un bloqueo,
como señal de buena predisposición, o cuando se espera obtener una
contraprestación de la otra parte.
Siempre que uno realice una concesión
conviene esperar a que la otra parte responda de igual
manera (es su turno) y no seguir haciendo concesiones sin obtener
contrapartidas.
Hay que tener muy claro que el
valor de una concesión no es el que le otorgue quien la hace, sino el que le de
la parte que la recibe. Por ello, lo ideal es hacer concesiones que
resulten muy valiosas para la otra parte y que a nosotros nos cuesten
relativamente poco.
Por ejemplo, si un comercio apenas
hace negocio durante las fiestas locales, puede decidir cerrar esos días y
darle vacaciones a sus empleados: a la empresa le costará poco y en cambio los
empleados lo valorarán enormemente.
Nunca se deben realizar concesiones
como respuesta a una presión o a una amenaza, con la
esperanza de conseguir calmar a la otra parte. Normalmente esto no ocurrirá,
siendo lo más frecuente que la otra parte se crezca ante el éxito de su
estrategia y continúe presionando.
Resulta interesante guardar cierto margen de maniobra para poder
realizar una concesión final cuando se esté ya a punto de cerrar el
acuerdo. Es una señal de buena voluntad y además permite a la otra parte
convencerse aún más de que ha logrado un buen resultado.
Fuente: aulafacil.com
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