Es muy frecuente en las
negociaciones que las partes se enfrasquen en una discusión, a veces
acalorada, defendiendo su posición y atacando la del contrario.
Este tipo de negociación favorece
la intransigencia: aquella parte más reacia a ceder tiene mayores
posibilidades de que el posible acuerdo se encuentre más cerca de sus
posiciones.
No obstante, si ambas partes se
muestran intransigentes es muy probable que no se llegue a ningún compromiso.
Si ambas partes van cediendo de forma
equitativa se suele llegar normalmente a un punto de acuerdo situado en una
posición intermedia entre las dos posiciones de partida.
Este resultado esperado hace que las
partes tiendan a situarse inicialmente en posiciones extremas, muy por
encima de sus expectativas, buscando que el punto intermedio se encuentre más
cerca de sus objetivos.
Esto implica que la diferencia a
salvar durante la negociación sea mayor, ralentizando y dificultando la
misma.
El resultado final no responde a
ningún criterio objetivo ni de justicia, depende
exclusivamente del poder de negociación de cada una de las partes y de la mayor
o menor intransigencia mostrada durante la negociación.
En este tipo de negociaciones la
creatividad brilla por su ausencia. Ambas partes se centran exclusivamente
en tratar de reducir la diferencia entre sus posiciones del modo que más les
favorezca, sin que ninguna de ellas se preocupe en buscar soluciones
alternativas.
Esta forma de negociación basada en
un tira y afloja suele deteriorar, a veces de manera significativa, las
relaciones personales entre las partes.
No es recomendable cuando se pretende
establecer una relación duradera.
Tampoco se debe utilizar cuando
intervienen varias partes (si ya es difícil aproximar
dos posiciones, imagínese cuando hay más personas implicadas).
Ni cuando se negocian asuntos muy
complejos, con múltiples matices.
Un enfoque más constructivo consiste
en centrar el debate en torno a los intereses de cada parte, tratando de encontrar una solución mutuamente satisfactoria.
Por ejemplo, cuando una persona
negocia la compra de una casa el precio no es la única variable, puede que
también le preocupen las condiciones de pago, el plazo de garantía, la opción
de compra de una plaza adicional de garaje, el poder firmar el contrato a
principios del próximo año (por ejemplo) por motivos fiscales, el poder
entregar en pago su casa actual, etc.
Por ello, en lugar de centrar la
negociación con la inmobiliaria exclusivamente en discutir precios, hay otras
muchas variables que se deben analizar con vista a encontrar una solución
interesante para ambas partes.
Este enfoque exige conocer con
precisión no sólo nuestros propios intereses sino también los de la otra parte,
para lo cual es básico conseguir una buena comunicación.
Por ejemplo, una persona acude a un
concesionario de coches interesándose por un vehículo potente alegando que su
principal preocupación es la seguridad de su familia, pero en el fondo es
posible que lo que le ha llevado a esa decisión haya sido su pasión por la
conducción deportiva o el considerar dicho coche como un signo de estatus.
La dificultad de conocer los
intereses verdaderos de la otra parte se debe o bien a que la otra persona prefiere
no desvelarlos (por pudor, por discreción, etc.) o a que ni el mismo los
conoce realmente (la persona del ejemplo anterior puede estar plenamente
convencida de que en su decisión ha influido únicamente su preocupación por la
seguridad de su familia).
Los intereses de la otra parte
pueden ser tanto racionales como emocionales.
Los intereses racionales son aquellos
que responden a aspectos objetivos (precio,
prestaciones, plazo de entrega, garantía, financiación, etc.). Estos intereses
suelen primar en las negociaciones entre empresas.
Los intereses emocionales son de
carácter subjetivo (gusto particular, imagen pública,
tradición, etc.). Estos intereses son más frecuentes en negociaciones entre
particulares.
Una comunicación franca y abierta,
un clima de confianza, puede facilitar que las partes reconozcan
abiertamente cuales son realmente sus intereses.
Esto les permitirá centrarse en ellos
para intentar encontrar una solución mutuamente satisfactoria.
Este tipo de negociación favorece
la creatividad, el tratar de buscar nuevas soluciones que sean válidas para
todos.
Además, no sólo no tiende a deteriorar las relaciones personales
sino que, justo al contrario, contribuye a cimentarlas.
Fuente: aulafacil.com
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