Por Edwin
Alonso Montes
Digo a mis
compañeros profesores que si un maestro no es capaz de aportarle al estudiante
algo más de lo que ofrecen los contenidos de los libros, entonces este maestro
no solo es un inútil sino un ladrón. Si un colegio no es referente
significativo para sus estudiantes, porque no se ha propuesto además de abrir
sus mentes, abrir sus corazones, afectar sus vidas, este colegio no solo es un
fracaso sino un robo. De esta manera los invito a enamorarse y a apasionarse de
la noble labor de ser los maestros auténticos que necesitan nuestros
jóvenes y la nueva Colombia que queremos construir, optando especialmente por
los llamados estudiantes “difíciles”, que en realidad son los
marginados de la educación, frutos del abandono sutil de los adultos.
Duele reconocer
como algunos colegios, amparados en sus referentes teóricos,
humanistas y pedagógicos, se dedican a formar productores y no hombres, a
mantener una institución educativa rentable, en la cual solo se
benefician los que pueden pagar la dignidad de ser alumnos de tan
prestigiosas instituciones. Instituciones cuya angustia fundamental consiste en
mantener viva la buena fama e imagen alcanzada con triunfos de otras épocas,
aunque actualmente no se constituyan en una respuesta afectiva y real a las
necesidades de la juventud.
Este tipo de
instituciones ha logrado fama de calidad, de exigencia académica, pero en la
realidad no son más que una falacia sustentada por un dizque “
proceso” cuando en realidad, no existe proceso, por una educación
personalizada, que no es personal, por una pedagogía sin identidad, por una
exigencia académica sin academia ni espíritu investigativo y por un sinnúmero
de sofismas que son la base de una auténtico desacierto educativo hecho praxis,
que nadie se atreve a cuestionar.
Muchachos
atiborrados de tareas poco prácticas, poco pedagógicas, extensos trabajos
escritos que nadie lee. Los mismos que asisten a unas clases que no convocan y
mucho menos provocan, en donde las didácticas y la pedagogía se cambiaron por
monótonos meta relatos sin sentido, transmitidos en muchos casos por educadores
estresados y agobiados por un sistema caduco que les improvisa todos los días
sus incompetentes directivos y por el cual deben responder sin réplica.
Esta es en
parte la realidad que he observado en instituciones educativas dirigidas por
ineptos e incompetentes, expertos en complicarlo todo, revestidos del poder que
les otorga la ignorancia e indiferencia de muchos ante los procesos educativos,
en los cuales estamos incluidos padres de familia, educadores y hasta
superiores de algunas comunidades religiosas.
He conocido a
estudiantes que han obtenido excelentes resultados académicos, que
son humanamente ejemplos a seguir, moralmente intachables, pero dichos logros,
son en términos generales, causa de una circunstancia familiar que así lo
posibilita y no precisamente por el proceso educativo del colegio,
aunque se le quiera hacer ver de este modo ante la sociedad.
Es verdad que
la educación no es responsabilidad exclusiva del colegio, pero si se trata de
una institución educativa de auténtica calidad, deberá causar efectos reales en
la vida de cualquier estudiante, aunque este en determinado caso no cuente con
un hogar bien constituido.
Podemos
cuestionar muchas cosas en nuestra sociedad; entidades, empresas y otras
instituciones, pero poner en tela de juicio a algunas instituciones educativas,
especialmente “si tienen prestigio”, es algo prohibido, pero si no lo hacemos,
no solo seremos cobardes sino que estaremos traicionando a nuestros estudiantes,
a la educación, e incluso al país. Además, si nuestro sistema educativo es
mediocre, improvisado y con falta de visión, ¿para que pude servir? ¿Si nuestra
educación es solo para educados?..
Es en este
sentido que a mi juicio, le falta calidad y por ende su
característica fundamental es la mediocridad. Esto me hace pensar en Ernest
Boyer, cuando decía que: “un cirujano mediocre lastima a una persona a la vez,
un maestro mediocre lastima a treinta”. En este contexto es que como ya lo
decía surge un tipo de educación solo para educados, reflejo de las
instituciones sin propuesta pedagógica y de una enferma y fracasada sociedad
que no da importancia a una real formación. Un tipo de educación en la cual los
jóvenes mas vulnerables pasan a ser vistos como sospechosos de generar
inseguridad ciudadana, peleas, desordenes o violencia. Estos chicos al parecer
ponen en riesgo nuestras seguridades adquiridas. Lo cual genera la llamada
dictadura del miedo, la misma que conlleva a la industria del miedo y de este
modo se adoptan medidas policiales, judiciales ante los jóvenes que se salen de
la norma, se olvidan los tratamientos educativos y los procesos desde el poco a
poco, lo mismo que desde el convencimiento de que la realidad puede ser
modificable, además,, como diría Benedetti: “todo depende del dolor con el que
miramos a lo que se nos pone por delante de nuestros ojos y de nuestra vida/
desde esta mirada nada humano nos es ajeno”.
Es por ello
que insisto en que la nuestra es una educación para los educados, cuando el
imaginario colectivo de los adultos no ven al joven tal como es, el principal
desacierto, porque solo así podremos responder a las necesidades concretas de
su proceso de formación. Cuando el colegio solo les sirve los niños y niñas
excelentes, educados, buenos, equilibrados, manipulables y que no infringen
normas; cuando a los “indisciplinados” se les hace un riguroso seguimiento,
“legal” para salir justamente de ellos, es entonces cuando ejercemos uno
educación para los educados.
Esta nunca va
al ritmo del más lento en los procesos académicos, sino que avanza al ritmo de
los más hábiles, inteligentes y disciplinados. Es una educación carente de
criterios y elementos pedagógicos que permitan confrontar al joven
frente a la vida misma y no exclusivamente frente a las normas. Donde lo más
importante es la norma, no la persona. En dicho modelo, se redactan
reglamentos, pero no se forma el criterio, es más, no se concretan criterios de
convivencia. Aunque, en forma contradictoria, pululan los discursos y teorías
de libertad, autonomía y responsabilidad, digo que es contradictorio porque se
teme posibilitar su ejercicio.
Ocurre lo
mismo que en nuestra sociedad: se redactan leyes justas, hay cientos de leyes
publicadas en papeles finos, igualmente existen cientos de infractores. Es esta
la metáfora de muchos jóvenes expulsados de sus colegios, señalados
por sus instituciones, que nunca fueron respuesta y que finalmente nunca
ofrecieron nada diferente al abandono. Estos infractores de reglamentos
escolares serán sin duda los hombres y mujeres que poblarán las cárceles,
construidas para ellos por nuestra enferma y empobrecida sociedad y la razón
real para llegar a tan desesperada medida, es que esa misma sociedad nunca los
trató como a personas dignas, estudiantes comprometidos o al menos con la
capacidad de comprometerse. Quizá porque fueron más creativos, más inconformes,
más inteligentes… por lo tanto vale la pena aquí citar a Goethe, cuando al
respecto dice: “si tratas a un individuo como si fuera lo que debería ser ,
será lo que debería y podría ser”. Es triste reconocer que como educadores,
olvidamos que muchos jóvenes náufragos en nuestra solitaria y anónima
muchedumbre urbana, solo tienen como única tabla de salvación la escuela y que
la salvación de un joven es más importante que todo lo demás, pero aún no
estamos convencidos de ello. Seguimos siendo calculadores, legalistas, pegados
a discursos éticos y morales vetustos, que no son más que una farsa para lograr
la aprobación colectiva...
Creo que la
educación es cuestión de efecto. Si como maestros nos pagaran por el efecto que
causamos en la vida de los estudiantes. ¿Cuánto nos ganaríamos? Considero que
el educador auténtico ha de ocuparse de quienes presentan mayor dificultad,
conocerles en su condición juvenil concreta e intervenir con competencia
pedagógica y sabiduría plena.
Mientras
nuestros colegios están llenos de profesores instrumentales, quienes solo
esperan a que se les ordene que hacer y por si fuera poco, lo hacen sin
siquiera reflexionar, sin proponer y mucho menos, sin innovar. Mientras
sometamos nuestro pensamiento y voluntad por cuidar un puesto como viles
mercenarios de la educación, entonces daremos continuidad a una educación
vacía, estática, sin propuesta ni respuesta.
Mientras
nuestros líderes de la educación solo sean líderes de discurso, que no actúan,
no generan, no provocan ni convocan, no saldremos del letargo educativo y por
ende cultural, del cual jugamos a ser guías y en realidad somos ciegos.
Mientras nuestra juventud confundida se pierda, no podremos seguir jugando al
juego de los papás y profesores acomodados, instalados, que no están dispuestos
a correr el riesgo de favorecer una educación par quienes más la necesitan
realmente, por lo tanto, no permitamos que la educación siga llegando tarde y
abandonando, no continuemos ocupados solo de los educados.
Por ello,
formulo estos cuestionamientos al sistema educativo, a nombre de los muchachos
y muchachas expulsados de sus colegios, luego de haber permanecido
en ellos hasta diez años.
Me pregunto
muy sinceramente ¿por qué el proceso no los logró tocar? ¿Acaso fueron agotados
todos los recursos pedagógicos antes de expulsarlos? ¿o será acaso que nos
quedamos cortos ante los desafíos y necesidades educativas que nos presentan
quienes requieren de una autentica educación? Y llego a una lamentable
conclusión, (no respuesta). Hay colegios en nuestro medio que existen solo por
una razón, son rentables.
Estas
instituciones no deben olvidar que subsisten por cada estudiante que se
matricula y que aunque hoy se puedan dar el lujo de echar y devolver
estudiantes, ya que esto afecta su membresía y por ende su presupuesto, no
deben ser ajenos alas necesidades educativas de las jóvenes generaciones,
quienes requieren auténticas propuestas educativas (ofertas) sin las cuales no
habrá demanda y por ende, no les será posible permanecer en el medio educativo.
Es aquí, en este escenario donde veremos a muchas instituciones tradicionales
de nuestra ecuación sucumbir ante el posicionamiento de una nueva escuela acorde
a las verdaderas necesidades de nuestro tiempo. Pienso que los podares de
familia deben conocer ampliamente la propuesta educativa que plantea la
institución a la cual le confían sus hijos y comprometerse con ella, observar,
permanentemente, si en realidad se cumplen dichas propuestas, todo esto
acompañado de una exigencia constante, con lo cual que se desarrolle un
verdadero proceso de formación, por el cual se paga y del cual se debe esperar
mucho.
Los jóvenes
abortados de la educación, marginados, fracasados y excluidos, deben ser para
nosotros, sus padres y educadores, no solo nuestro desafío, sino nuestra opción
fundamental en todo el proceso, para lograr que la educación no sea un
privilegio para los educados, los dóciles, los manipulables, los aterrizados.
Y ¿si
acompañamos a estos jóvenes en su orfandad, sin dejarnos engañar por sus aires
de seguridad? Y ¿si nos resignamos al vacío de socialización en que viven y
suplen como pueden? No hay mayor socialización que la compañía constante, esta
sería la propuesta.
Creo con
certeza y los invito a que creamos, en los jóvenes problema, no como una
amenaza, un tormento o talvez una desesperanza, por el contrario han de ser
nuestra posibilidad, nuestro reto, nuestra feliz misión, nuestra
razón de ser.
Lo anterior no
significa que los educadores tengamos que soportar ilimitadamente a estudiantes
que no responden a la institución educativa, ni se comprometen con todo lo que
implica su proceso de formación, tanto en lo académico como en lo que respecta
a su comportamiento. Debemos comprometernos y por ende, comprometerlos más con
su proceso educativo, en el cual, si es necesario se agoten todos los recursos
posibles en cuanto a didácticas, metodologías y normas, antes de renunciar a
los desafíos que en ocasiones puede representar un estudiante. Por lo
cual, el colegio debe brindar una educación con carácter, sin olvidar
que la salvación de un joven es más importante que todo lo demás.
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