lunes, 11 de junio de 2012

EDUCACIÓN PARA LOS EDUCADOS...



Por Edwin Alonso Montes

Digo a mis compañeros profesores que si un maestro no es capaz de aportarle al estudiante algo más de lo que ofrecen los contenidos de los libros, entonces este maestro no solo es un inútil sino un ladrón. Si un colegio no es referente significativo para sus estudiantes, porque no se ha propuesto además de abrir sus mentes, abrir sus corazones, afectar sus vidas, este colegio no solo es un fracaso sino un robo. De esta manera los invito a enamorarse y a apasionarse de la noble labor de ser los  maestros auténticos que necesitan nuestros jóvenes y la nueva Colombia que queremos construir, optando especialmente por los llamados estudiantes  “difíciles”, que en realidad son los marginados de la educación, frutos del abandono sutil de los adultos.

Duele reconocer como algunos  colegios, amparados en sus referentes teóricos, humanistas y pedagógicos, se dedican a formar productores y no hombres, a mantener una institución educativa rentable, en la cual solo se benefician  los que pueden pagar la dignidad de ser alumnos de tan prestigiosas instituciones. Instituciones cuya angustia fundamental consiste en mantener viva la buena fama e imagen alcanzada con triunfos de otras épocas, aunque actualmente no se constituyan en una respuesta afectiva y real a las necesidades de la juventud.

Este tipo de instituciones ha logrado fama de calidad, de exigencia académica, pero en la realidad no son más que una falacia sustentada por  un dizque  “ proceso” cuando en realidad, no existe proceso, por una educación personalizada, que no es personal, por una pedagogía sin identidad, por una exigencia académica sin academia ni espíritu investigativo y por un sinnúmero de sofismas que son la base de una auténtico desacierto educativo hecho praxis, que nadie se atreve a cuestionar.

Muchachos atiborrados de tareas poco prácticas, poco pedagógicas, extensos trabajos escritos que nadie lee. Los mismos que asisten a unas clases que no convocan y mucho menos provocan, en donde las didácticas y la pedagogía se cambiaron por monótonos meta relatos sin sentido, transmitidos en muchos casos por educadores estresados y agobiados por un sistema caduco que les improvisa todos los días sus incompetentes directivos y por el cual deben responder sin réplica.

Esta es en parte la realidad que he observado en instituciones educativas dirigidas por ineptos e incompetentes, expertos en complicarlo todo, revestidos del poder que les otorga la ignorancia e indiferencia de muchos ante los procesos educativos, en los cuales estamos incluidos padres de familia, educadores y hasta superiores de algunas comunidades religiosas.
He conocido a estudiantes  que han obtenido excelentes resultados académicos, que son humanamente ejemplos a seguir, moralmente intachables, pero dichos logros, son en términos generales, causa de una circunstancia familiar que así lo posibilita  y no precisamente por el proceso educativo del colegio, aunque se le quiera hacer ver de este modo ante la sociedad.

Es verdad que la educación no es responsabilidad exclusiva del colegio, pero si se trata de una institución educativa de auténtica calidad, deberá causar efectos reales en la vida de cualquier estudiante, aunque este en determinado caso no cuente con un hogar bien constituido.

Podemos cuestionar muchas cosas en nuestra sociedad; entidades, empresas y otras instituciones, pero poner en tela de juicio a algunas instituciones educativas, especialmente “si tienen prestigio”, es algo prohibido, pero si no lo hacemos, no solo seremos cobardes sino que estaremos traicionando a nuestros estudiantes, a la educación, e incluso al país. Además, si nuestro sistema educativo es mediocre, improvisado y con falta de visión, ¿para que pude servir? ¿Si nuestra educación es solo para educados?..

Es en este sentido  que a mi juicio, le falta calidad y por ende su característica fundamental es la mediocridad. Esto me hace pensar en Ernest Boyer, cuando decía que: “un cirujano mediocre lastima a una persona a la vez, un maestro mediocre lastima a treinta”. En este contexto es que como ya lo decía surge un tipo de educación solo para educados, reflejo de las instituciones sin propuesta pedagógica y de una enferma y fracasada sociedad que no da importancia a una real formación. Un tipo de educación en la cual los jóvenes mas vulnerables pasan a ser vistos como sospechosos de generar inseguridad ciudadana, peleas, desordenes o violencia. Estos chicos al parecer ponen en riesgo nuestras seguridades adquiridas. Lo cual genera la llamada dictadura del miedo, la misma que conlleva a la industria del miedo y de este modo se adoptan medidas policiales, judiciales ante los jóvenes que se salen de la norma, se olvidan los tratamientos educativos y los procesos desde el poco a poco, lo mismo que desde el convencimiento de que la realidad puede ser modificable, además,, como diría Benedetti: “todo depende del dolor con el que miramos a lo que se nos pone por delante de nuestros ojos y de nuestra vida/ desde esta mirada nada humano nos es ajeno”.

Es por ello que insisto en que la nuestra es una educación para los educados, cuando el imaginario colectivo de los adultos no ven al joven tal como es, el principal desacierto, porque solo así podremos responder a las necesidades concretas de su proceso de formación. Cuando el colegio solo les sirve los niños y niñas excelentes, educados, buenos, equilibrados, manipulables y que no infringen normas; cuando a los “indisciplinados” se les hace un riguroso seguimiento, “legal” para salir justamente de ellos, es entonces cuando ejercemos uno educación para los educados.

Esta nunca va al ritmo del más lento en los procesos académicos, sino que avanza al ritmo de los más hábiles, inteligentes y disciplinados. Es una educación carente de criterios y elementos pedagógicos que  permitan confrontar al joven frente a la vida misma y no exclusivamente frente a las normas. Donde lo más importante es la norma, no la persona. En dicho modelo, se redactan reglamentos, pero no se forma el criterio, es más, no se concretan criterios de convivencia. Aunque, en forma contradictoria, pululan los discursos y teorías de libertad, autonomía y responsabilidad, digo que es contradictorio porque se teme posibilitar su ejercicio.

Ocurre lo mismo que en nuestra sociedad: se redactan leyes justas, hay cientos de leyes publicadas en papeles finos, igualmente existen cientos de infractores. Es esta la metáfora de muchos jóvenes expulsados de sus  colegios, señalados por sus instituciones, que nunca fueron respuesta y que finalmente nunca ofrecieron nada diferente al abandono. Estos infractores de reglamentos escolares serán sin duda los hombres y mujeres que poblarán las cárceles, construidas para ellos por nuestra enferma y empobrecida sociedad y la razón real para llegar a tan desesperada medida, es que esa misma sociedad nunca los trató como a personas dignas, estudiantes comprometidos o al menos con la capacidad de comprometerse. Quizá porque fueron más creativos, más inconformes, más inteligentes… por lo tanto vale la pena aquí citar a Goethe, cuando al respecto dice: “si tratas a un individuo como si fuera lo que debería ser , será lo que debería y podría ser”. Es triste reconocer que como educadores, olvidamos que muchos jóvenes náufragos en nuestra solitaria y anónima muchedumbre urbana, solo tienen como única tabla de salvación la escuela y que la salvación de un joven es más importante que todo lo demás, pero aún no estamos convencidos de ello. Seguimos siendo calculadores, legalistas, pegados a discursos éticos y morales vetustos, que no son más que una farsa para lograr la aprobación colectiva...

Creo que la educación es cuestión de efecto. Si como maestros nos pagaran por el efecto que causamos en la vida de los estudiantes. ¿Cuánto nos ganaríamos? Considero que el educador auténtico ha de ocuparse de quienes presentan mayor dificultad, conocerles en su condición juvenil concreta e intervenir con competencia pedagógica y sabiduría plena.

Mientras nuestros colegios están llenos de profesores instrumentales, quienes solo esperan a que se les ordene que hacer y por si fuera poco, lo hacen sin siquiera reflexionar, sin proponer y mucho menos, sin innovar. Mientras sometamos nuestro pensamiento y voluntad por cuidar un puesto como viles mercenarios de la educación, entonces daremos continuidad a una educación vacía, estática, sin propuesta ni respuesta.

Mientras nuestros líderes de la educación solo sean líderes de discurso, que no actúan, no generan, no provocan ni convocan, no saldremos del letargo educativo y por ende cultural, del cual jugamos a ser guías y en realidad somos ciegos. Mientras nuestra juventud confundida se pierda, no podremos seguir jugando al juego de los papás y profesores acomodados, instalados, que no están dispuestos a correr el riesgo de favorecer una educación par quienes más la necesitan realmente, por lo tanto, no permitamos que la educación siga llegando tarde y abandonando, no continuemos ocupados solo de los educados.

Por ello, formulo estos cuestionamientos al sistema educativo, a nombre de los muchachos y muchachas  expulsados de sus colegios, luego de haber permanecido en ellos hasta diez años.

Me pregunto muy sinceramente ¿por qué el proceso no los logró tocar? ¿Acaso fueron agotados todos los recursos pedagógicos antes de expulsarlos? ¿o será acaso que nos quedamos cortos ante los desafíos y necesidades educativas que nos presentan quienes requieren de una autentica educación? Y llego a una lamentable conclusión, (no respuesta). Hay colegios en nuestro medio que existen solo por una razón, son rentables.

Estas instituciones no deben olvidar que subsisten por cada estudiante que se matricula y que aunque hoy se puedan dar el lujo de echar y devolver estudiantes, ya que esto afecta su membresía y por ende su presupuesto, no deben ser ajenos alas necesidades educativas de las jóvenes generaciones, quienes requieren auténticas propuestas educativas (ofertas) sin las cuales no habrá demanda y por ende, no les será posible permanecer en el medio educativo. Es aquí, en este escenario donde veremos a muchas instituciones tradicionales de nuestra ecuación sucumbir ante el posicionamiento de una nueva escuela  acorde a las verdaderas necesidades de nuestro tiempo. Pienso que los podares de familia deben conocer ampliamente la propuesta educativa que plantea la institución a la cual le confían sus hijos y comprometerse con ella, observar, permanentemente, si en realidad se cumplen dichas propuestas, todo esto acompañado de una exigencia constante, con lo cual que se desarrolle un verdadero proceso de formación, por el cual se paga y del cual se debe esperar mucho.

Los jóvenes abortados de la educación, marginados, fracasados y excluidos, deben ser para nosotros, sus padres y educadores, no solo nuestro desafío, sino nuestra opción fundamental en todo el proceso, para lograr que la educación no sea un privilegio para los educados, los dóciles, los manipulables, los aterrizados.

Y ¿si acompañamos a estos jóvenes en su orfandad, sin dejarnos engañar por sus aires de seguridad? Y ¿si nos resignamos al vacío de socialización en que viven y suplen como pueden? No hay mayor socialización que la compañía constante, esta sería la propuesta.

Creo con certeza y los invito a que creamos, en los jóvenes problema, no como una amenaza, un tormento o talvez una desesperanza, por el contrario han de ser nuestra posibilidad, nuestro reto, nuestra feliz  misión, nuestra razón de ser.

Lo anterior no significa que los educadores tengamos que soportar ilimitadamente a estudiantes que no responden a la institución educativa, ni se comprometen con todo lo que implica su proceso de formación, tanto en lo académico como en lo que respecta a su comportamiento. Debemos comprometernos y por ende, comprometerlos más con su proceso educativo, en el cual, si es necesario se agoten todos los recursos posibles en cuanto a didácticas, metodologías y normas, antes de renunciar a los desafíos que en ocasiones puede representar un estudiante. Por  lo cual, el colegio debe brindar una educación con carácter, sin  olvidar que la salvación de un joven es más importante que todo lo demás. 

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