lunes, 2 de noviembre de 2015

Ventas _ La Gran Competencia de la Vida_ Cristian Betancur


La mañana acaba de despuntar. En un minuto se iniciará la gran competencia. Cientos de deportistas...




esperan ansiosos la señal de partida. Se han preparado durante meses. Su sueño es ser los campeones.


Tres amigos han formado un equipo. Se llaman: Lucho Halcón, Brincón Chimpancé y Soñoliento Marmota. Semana tras semana han entrenado juntos, dándose ánimo.


Han observado a sus posibles competidores, para descubrir sus aciertos y sus errores. Han ideado nuevas estrategias, han ensayado y probado sus ideas y finalmente han elegido las más promisorias.


Por fin ha llegado el día. Se da la señal, y todos parten veloces. Algunas nubes ocultan por trechos el sol. Una suave brisa refresca el aire. Aún llueve a lo lejos. El arco iris alegra el cielo.


Muy pronto los tres amigos: Halcón, Chimpancé y Marmota, toman la delantera. Se ayudan mutuamente: sus nuevas estrategias están funcionando.


De repente, Brincón Chimpancé descubre en la montaña algo que brilla vivamente con la luz del sol.


—¿Será la olla de oro al final del arco iris?— se pregunta Chimpancé, e invita a sus amigos a correr tras el tesoro. 


—Es sólo un trozo de vidrio—, le asegura Lucho Halcón. —Sigamos adelante, pues los verdaderos premios están al final de la competencia.


Pero Brincón Chimpancé prefiere alejarse tras su quimera. Muy pronto se siente frustrado pues descubre que lo que brillaba era sólo un espejo roto, sin valor. Halcón tenía razón.


Sin embargo, Chimpancé decide continuar en busca del extremo del arco iris que aún aparece a lo lejos.


—Siempre he oído decir que quien logre llegar hasta allá, encontrará un gran tesoro— se dice a sí mismo.


Y Chimpancé se aleja para siempre de su verdadera misión, de sus amigos… y del torneo.

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Mientras tanto, Lucho Halcón y Soñoliento Marmota continúan corriendo. Sus estrategias dan resultado: han dejado atrás a sus competidores. El día está fresco y agradable. No hay obstáculos en la vía.

De repente surge algo inesperado: al tomar una curva los dos amigos resbalan fuera del camino húmedo por la reciente lluvia y ruedan varios metros. Se golpean, se hieren, sangran.

Se levantan y suben hasta la vía. Se sientan sobre una roca, se limpian la sangre, el sudor y las lágrimas. Se lamentan por el accidente. De pronto, a lo lejos aparecen algunos competidores que intentan alcanzarlos.

—¡Sigamos, sigamos!— le dice Halcón a Soñoliento Marmota, dándole ánimo.

—Yo no sigo: todo está muy difícil— responde Marmota, y se queda sentado al lado del camino lamentándose de las dificultades.

Lucho Halcón quiere ganar, pero su cuerpo adolorido trata de rebelarse. Siente la tentación de rendirse… Sin embargo, decide continuar, pues tiene fe en su estrategia. A pesar de los golpes, Halcón sigue adelante.

Y aunque sus competidores intentan alcanzarlo, Lucho Halcón está seguro de su triunfo. Se esfuerza, pues sabe que el premio es grande. Finalmente, cruza la meta con los brazos en alto, seguido de cerca por cuatro rivales.

Aún adolorido y con huellas de los golpes en su cuerpo, Halcón recibe el trofeo del campeón y un gran premio en dinero. Todos lo aplauden con admiración.

—Valió la pena el esfuerzo— piensa, mientras sonríe con orgullo. Una lágrima de emoción rueda por su mejilla.


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