La mañana acaba de despuntar. En un minuto se iniciará la gran competencia.
Cientos de deportistas...
esperan
ansiosos la señal de partida. Se han preparado durante meses. Su sueño es ser
los campeones.
Tres amigos
han formado un equipo. Se llaman: Lucho
Halcón, Brincón Chimpancé y Soñoliento Marmota. Semana tras semana
han entrenado juntos, dándose ánimo.
Han
observado a sus posibles competidores, para descubrir sus aciertos y sus
errores. Han ideado nuevas estrategias, han ensayado y probado sus ideas y
finalmente han elegido las más promisorias.
Por fin ha
llegado el día. Se da la señal, y todos parten veloces. Algunas nubes ocultan
por trechos el sol. Una suave brisa refresca el aire. Aún llueve a lo lejos. El
arco iris alegra el cielo.
Muy pronto
los tres amigos: Halcón, Chimpancé y Marmota, toman la delantera. Se ayudan
mutuamente: sus nuevas estrategias están funcionando.
De repente,
Brincón Chimpancé descubre en la montaña algo que brilla vivamente con la luz
del sol.
—¿Será la
olla de oro al final del arco iris?— se pregunta Chimpancé, e invita a sus
amigos a correr tras el tesoro.
—Es sólo un
trozo de vidrio—, le asegura Lucho Halcón. —Sigamos adelante, pues los
verdaderos premios están al final de la competencia.
Pero Brincón
Chimpancé prefiere alejarse tras su quimera. Muy pronto se siente frustrado
pues descubre que lo que brillaba era sólo un espejo roto, sin valor. Halcón
tenía razón.
Sin embargo,
Chimpancé decide continuar en busca del extremo del arco iris que aún aparece a
lo lejos.
—Siempre he
oído decir que quien logre llegar hasta allá, encontrará un gran tesoro— se
dice a sí mismo.
Y Chimpancé
se aleja para siempre de su verdadera misión, de sus amigos… y del torneo.
•••••••••••••••••••••••••••••
Mientras
tanto, Lucho Halcón y Soñoliento Marmota continúan corriendo. Sus estrategias
dan resultado: han dejado atrás a sus competidores. El día está fresco y
agradable. No hay obstáculos en la vía.
De repente
surge algo inesperado: al tomar una curva los dos amigos resbalan fuera del
camino húmedo por la reciente lluvia y ruedan varios metros. Se golpean, se
hieren, sangran.
Se levantan
y suben hasta la vía. Se sientan sobre una roca, se limpian la sangre, el sudor
y las lágrimas. Se lamentan por el accidente. De pronto, a lo lejos aparecen
algunos competidores que intentan alcanzarlos.
—¡Sigamos,
sigamos!— le dice Halcón a Soñoliento Marmota, dándole ánimo.
—Yo no sigo:
todo está muy difícil— responde Marmota, y se queda sentado al lado del camino
lamentándose de las dificultades.
Lucho Halcón
quiere ganar, pero su cuerpo adolorido trata de rebelarse. Siente la tentación
de rendirse… Sin embargo, decide continuar, pues tiene fe en su estrategia. A
pesar de los golpes, Halcón sigue adelante.
Y aunque sus
competidores intentan alcanzarlo, Lucho Halcón está seguro de su triunfo. Se
esfuerza, pues sabe que el premio es grande. Finalmente, cruza la meta con los
brazos en alto, seguido de cerca por cuatro rivales.
Aún
adolorido y con huellas de los golpes en su cuerpo, Halcón recibe el trofeo del
campeón y un gran premio en dinero. Todos lo aplauden con admiración.
—Valió la
pena el esfuerzo— piensa, mientras sonríe con orgullo. Una lágrima de emoción
rueda por su mejilla.
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