Desde el día uno hasta el día treinta de cada mes los departamentos comerciales tienen un único objetivo: cumplir el presupuesto.
Con esa regla se les mide y se determina la calidad de su competitividad. El no cumplimiento presupuestal quema gerentes y equipos comerciales y el cumplimiento los pasa a la gloria. Claro, una gloria transitoria que se esfuma con la caída del mes siguiente.
La
obsesión por el cumplimiento de los presupuestos tiene aturdida la visión
gerencial y en gran parte malograda la gestión de los equipos comerciales.
Nadie puede negar que en todas las industrias el presupuesto es el gran ogro al
que se le rinde culto y se le teme, ante el cual, la inteligencia comercial y
la visión estratégica sucumben cuando los resultados inmediatos no corresponden
a las cifras planeadas.
Bien lo
expresa Rober J. Kriegel en su magnífico libro Si no está roto rómpalo, “Como
cultura, tanto a nivel individual como organizacional, hemos creado una
mentalidad de comidas rápidas: queremos gratificación, reconocimiento
instantáneo y ganancias inmediatas”. Ese es el problema de la mentalidad puesta
en los presupuestos, que toda la estrategia se reduce a buscar obsesivamente su
cumplimiento.
Es una mentalidad colocada en el aquí y el ahora, en la simple
sobrevivencia, no en la prosperidad futura.
Acabo
de trabajar con una empresa en la que sus ejecutivos y vendedores andaban
felices cumpliendo presupuestos, pero a través de un profundo análisis apenas
se dieron cuenta que la competencia se los viene tragando a pasos agigantados y
que aunque estén cumpliendo presupuestos vienen perdiendo participación de
mercado y la satisfacción de los clientes no puede estar más deteriorada. Como
en este caso, muchas veces cumplir presupuestos puede llevarnos a una falsa
tranquilidad competitiva.
Parecería
ser que estoy dejando la sensación de que soy enemigo de los presupuestos.
¡Imposible! Creo fervientemente en ellos, en el valor que le aportan a la
gestión, en su importancia determinante para el logro del éxito empresarial.
Pero no puedo aceptar la miopía gerencial que se desprende de la obsesión por
su cumplimiento. Hay demasiada gente buena en las empresas quemada por esta
torpe manera de calificar la calidad de una gestión basada en el cumplimiento
del presupuesto.
Hay vendedores y gerentes comerciales en la cárcel y otros
infartados y muchos departamentos comerciales neuróticos por culpa de la pésima
orientación administrativa centrada en el presupuesto.
Una
gran cantidad de juntas directivas sólo saben pedir resultados económicos y
después de que el gerente los presenta, ya los demás temas se vuelven
secundarios.
No saben preguntar por cumplimiento de un plan estratégico, ni
hacen preguntas de clientes, ni de mercado. Hoy no basta con cumplir el
presupuesto, la pregunta que debe hacer la gerencia es ¿A qué costo estamos
cumpliendo dicho presupuesto?
Porque
muchos gerentes ignoran que los cumplimientos se hacen atropellando a los
clientes, sobrecargándolos innecesariamente de inventarios, los mismos que el
próximo mes serán la causa del incumplimiento presupuestal, pero eso no
importa, el próximo mes veremos qué vamos a hacer y con cuáles clientes. Son
muy graves las consecuencias que se desprenden de este mal.
1. Se
lesiona el equilibrio del negocio del cliente ya que excedemos su capacidad
económica o de rotación de los productos.
2.
Genera problemas de cartera pues es muy lógico que un cliente se resista a
cancelar una facturación que innecesariamente le imputó el proveedor en su afán
de cumplimiento.
3.
Genera problemas económicos de devoluciones ya que, en muchos casos, lo mismo
que le facturaron al cliente el fin de mes con costos de envío, días después
éste lo devuelve con cargo de fletes a la propia empresa y con posibles
dete-rioros de empaque y calidad del producto.
4. Crea
desconfianza entre cliente y proveedor y deteriora la calidad de las relaciones
ya que el cliente se siente una víctima de la compañía.
5.
Cumplir los presupuestos a costa del cliente es un abuso por parte del proveedor,
es un mal servicio y desdice de lo que significa orientación al cliente y
creación de valor.
Una de
las acciones más torpes en que se incurre en las empresas es en aplazar por uno
o dos días más el cierre de mes con el fin de cumplir forzosamente el presupuesto.
Esa es una manera de decirnos mentiras, pero los altos directivos jamás lo
sabrán, y en cambio, las cifras finales si hablarán de la “gran gestión de
cumplimiento”. De esta manera muchos equipos de ventas se ganan los incentivos,
crecen sus comisiones,barren con los premios, suman para merecer el derecho a
la convención, todo a costa de la empresa y de los clientes.
Pero
los clientes también aprendieron a abusar de la necesidad de sus proveedores de
cumplir el presupuesto. Conozco distribuidores que durante el mes le compran
tímidamente a la empresa y esperan hasta el fin de mes cuando el proveedor está
casi a punto de reventarse para sacarle descuentos adicionales por pedidos que
le sirvan para cumplir el presupuesto. El cliente hace su gran negocio
económico pero de nuevo a costa de la empresa proveedora. Todo este juego sin
entender que en el largo plazo estamos poniendo en peligro la supervivencia de
ese proveedor.
Estoy
convencido que esta manera de administrar el corto plazo está matando el futuro
de los negocios. Todos nos estamos haciendo mal.
Se nos ha olvidado la ley de
la siembra y la cosecha. No podemos sembrar un naranjo y presupuestar su
cosecha para los siguientes dos meses. Y muchos negocios, respetados
empresarios, no se están mereciendo el cumplimiento de sus presupuestos por el
mal servicio, la falta de coherencia con el futuro, la deficiente preparación
de los empleados y la manera tan olímpica como presupuestan su crecimiento.
Una
última pregunta responsable que debemos hacernos es ¿si cumplimos este mes de
manera forzosa qué consecuencias nos traerá en el cumplimiento y en la
competitividad del próximo trimestre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario