Nuestro entorno socioeconómico nos prepara constantemente para competir.
Se justifica este actuar incluso argumentando composición biológica, lo cual nada tiene que ver con el asunto. Demostraciones como la carrera depredadora en la naturaleza o la competencia de los espermatozoides por entrar al óvulo, nada tienen que ver con la esencia espiritual del ser humano en el entendido de que todos como espíritu somos iguales, y todos venimos provistos de la capacidad de amar y con la misión de mejorar individualmente mejorando a los demás.
La sociedad económica, y particularmente la que denominamos “Occidental” estimula la competencia como aquella que nos hace mejorar, que nos obliga a pensar en como hacer las cosas mejor, pero lo hace poniendo como referente a un competidor al cual hay que ganarle y llegar incluso a derrotar, a vencer, a acabar.
Alrededor de esta premisa funciona todo lo que acompaña “orquestalmente” el fin económico. Si, porque en nuestra sociedad lo económico es el fin, cuando bien pudiera ser el medio.
El planeamiento estratégico se ha apoderado de todas las instituciones en todos los órdenes, ya no sólo del militar como antaño. De la milicia saltó a la administración pública, a la privada, a la religiosa, a la familiar. De allí la importancia de actuar atacando con toda nuestra fuerza a las debilidades del que consideramos (o nos señalan) como el enemigo de turno al que debemos acabar.
El sistema necesita de enemigos, sin ellos no funciona la competencia. El recuento del cine moderno norteamericano pasa por una serie de enemigos creados. Veamos: Los Indios, Los Alemanes y Japoneses, los comunistas, Los rusos, los narcotraficantes Colombianos, los terroristas, los musulmanes o en general los árabes, e incluso, los extraterrestres. Cuando no hay enemigos, como cuando terminó la guerra fría, el sistema los creó. Ellos son necesarios, según el paradigma actual, para mejorar ya que el competir nos hace superarnos.
Pero, ojalá actuáramos como los animales, el mundo sería mejor. Ellos atacan para subsistir (comer, aparearse, obtener sitio para estar) y se defienden sólo del que con ese propósito los ataca. Cuando no se afecta la subsistencia, no se piensa en violentarse con otro. Si la naturaleza tiene ejemplos de animales que atacan por atacar, en su mayoría han sido entrenados o forzados por los hombres.
El mundo se dividió en occidente y oriente, en norte y sur aunque Dios nos puso en una esfera para que todos quedáramos más o menos a la misma distancia del centro, a la misma distancia del firmamento. Una esfera no tiene arriba ni abajo, ni derecha ni izquierda. Todo depende de la posición del que la observa. De este modo, cada observador humano estaría en la cima de la esfera terráquea. Ese fue el propósito del creador, el cual desvirtuamos. Y el problema no es del que lo diga, el problema es del que se lo crea y lo divulgue como cierto e inmodificable.
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