ES ESPERANCISTA EN VEZ DE DETERMINISTA
El líder de mi historia repetía mucho la palabra esperancismo y decía que ésta era el antónimo de determinismo. El entendió muy bien que las personas deterministas son personas dependientes e irresponsables. Para él, una persona determinista tiene muy poca conciencia de la facultad de elegir; el determinista cree que todo le sucede por condicionamientos sociales, genéticos o de cualquiera otra índole. Una conducta muy típica del determinista es la de hacer señalamientos o buscar siempre afuera de sí mismo la causa de sus problemas.
Algún día sus colaboradores le pidieron que se ahorrara lenguajes enredados y de manera muy concreta les explicara su disco rayado de “la actitud esperancista”. El prometió explicarlo en una próxima reunión, pero antes se tomó un buen tiempo para hacerles inducción sobre la autodeterminación en la forma que se describe a continuación.
Lean cuidadosamente las siguientes preguntas, les dijo; después de leer cada pregunta quédense un momento en silencio; empiecen a responder aquella pregunta que más les llame la atención y prosigan de la misma manera con el resto de preguntas; pónganse en contacto con su yo interior y denle la oportunidad de que sea él quien ordene a su mano qué escribir. Recuerden que cuando uno escribe intensifica la precisión y la concentración. Tomen su “libreta para el autoaprendizaje” y escriban las respuestas en el sitio asignado a este ejercicio. Experimenten el maravilloso placer de verse por dentro.
¿Qué es lo que a mí me atrae con tanto poder, como si fuera un imán?,
¿qué es lo que a mí me encanta hacer, lo que me embelesa?
¿qué es lo que yo me he dado cuenta que aprendo con rapidez y emoción?
¿Cuándo he alcanzado un desempeño óptimo pudiendo decirme a mí mismo que “batí la marca”?.
Y cuando hayan terminado ese placentero viaje por los senderos de su interioridad, búsquenle el valor agregado ayudándose con la siguiente pregunta desencadenante: ¿por qué o cómo es que un viaje introspectivo ayuda a incrementar el compromiso?. Recuerden que en su libreta para el autoaprendizaje también hay espacios destinados para consignar el valor agregado y las definiciones autoconstruidas. Su reciente viaje introspectivo les ha dado abundantes insumos para redactar su propia definición de autodeterminación. ¡Háganlo!, antes de avanzar más.
El anterior viaje instrospectivo no puede ser un simple ejercicio de aprendizaje, debe convertirse en un hábito de ustedes. Por lo tanto, es recomendable que, en adelante, separen en la agenda de sus actividades una hora específica para el aislamiento silencioso de modo que ustedes puedan acumular muchas más respuestas a esas preguntas exploradoras.
Antes de concluir esta reunión, comparto con ustedes la siguiente parábola del escritor Robert Conklin:
“Avanzando por entre una densa niebla, un automovilista estuvo casi una hora guiándose por las luces traseras del vehículo de adelante, dejando que el conductor del mismo fuera quien forzara la vista, se preocupara y buscara. De repente, aquel par de luces rojas se detuvo y ambos vehículos chocaron.
- ¡Oiga!, ¿por qué no ha hecho una señal al detenerse? - Le gritó el hombre de atrás.
- ¿Y por qué hubiera tenido que hacerla?, si yo he llegado a mi propio garaje, replicó el conductor de adelante”.
Las vidas de muchas personas son así; avanzan a través de la niebla, siguiendo ciegamente a alguien que les precede sin saber dónde van a terminar. Da qué pensar, ¿no es cierto?.
El individuo al cual se describe como “pegado a las luces traseras del otro” es el que tiende a depender de los demás para tener éxito y a responsabilizarlos de sus propios fracasos. Esta clase de personas hace con frecuencia afirmaciones como las siguientes: “me ofendió”, “no fue culpa mía”, “tengo mala suerte”, “no puedo evitarlo”. Estas personas son deterministas y fatalistas y, aunque no lo acepten, ellas mismas son las verdaderas responsables de su propio infortunio. Por supuesto que se debe reconocer el poder que tienen muchos sistemas de convivencia que refuerzan esta clase de dependencia, empezando por el mismo hogar, continuando en los centros de enseñanza, extendiéndose hasta las empresas, los grupos religiosos y los sistemas de gobierno. Ténganlo presente ustedes y recuérdenle a toda persona que puedan lo siguiente: “nadie está libre de condicionamientos, pero todos somos libres para reaccionar frente a los condicionamientos”.
El individuo al cual se describe “forzando la vista y descubriendo por su propia cuenta el camino”, representa el modelo de la madurez, de la autodeterminación, del compromiso, de la responsabilidad, del esperancismo. Esta clase de persona asume la responsabilidad de lo que es, siente, hace y elige; él valora a los demás y su entorno, tiene conciencia de su pasado; él construye, ensaya, se arriesga y avanza sin esperar a que los acontecimientos sean más favorables; si él avanza, se detiene o hace virajes, ya sea en lo intelectual, emocional o espiritual, será por su propia voluntad; él cree también que sus estados emotivos negativos son consecuencia de su propio pensamiento y su propia conducta. Él tiene conciencia de su propia imperfección, pero no se amilana por eso; al contrario, él trabaja para conseguir que la situación cambie y toma la tarea de este cambio como suya y no de los demás.
Claro que el anterior “perfil de madurez de la personalidad” no surge de modo natural; la madurez se aprende y se forma con el tiempo, en todos los casos y después de una lucha ardua e indefinida. Si repasamos la biografía de las personas que han tenido éxito, sean vendedores, gerentes, caudillos, maestros, exploradores, escritores, etc. se descubre fácilmente que todos son dueños de sus pensamientos, sentimientos y conductas. Ellos, por reflexión o por intuición, han identificado sus mayores aptitudes y talentos y, a partir de los mismos, han descubierto su razón de vivir; claro que las personas exitosas tienen lados flacos y son conscientes de dichas debilidades pero, al mismo tiempo, desarrollan la habilidad para manejarlos.
Pasados unos días, el líder de nuestra historia y sus colaboradores se reunieron para revisar el cumplimiento de los objetivos de las tareas individuales y grupales; antes de iniciar esta revisión él, cumpliendo lo prometido, le leyó a sus colaboradores la siguiente definición de actitud esperancista.
Es esperancista aquel que busca nuevos retos en cada nuevo instante;
esperancista es, por ejemplo, el que persiste en recuperar la abstinencia después de muchos años de alcoholismo;
es el que convierte su rostro en vitrina de real serenidad después de ser condenado a muchos años de prisión;
es el que decide volver a empezar una empresa después de su propia bancarrota;
es el que sabe que tener fracasos no es ser un fracasado para siempre;
es el que sabe encontrarle
el sentido a la vida aún en medio del sufrimiento.
Es esperancista aquel que reconoce la fragilidad humana;
por eso él perdona siete veces siete;
por eso él sabe pasar por alto muchas cosas;
por eso él sabe vivir bien y deja vivir bien a los demás.
Es esperancista aquel que ve su salvación en lo que puede llegar a ser;
para él un anochecer puede ser el principio de un dichoso reposo y un amanecer el principio de mejores realidades;
por eso él, en vez de ponerse a evocar el pasado, se propone pacientemente construir su futuro;
por eso él le da tiempo al tiempo;
por eso él escarba entre las ruinas hasta encontrar otra vez el piso firme para volver a construir.
Es esperancista quien decide ser más amigo de la abundancia que de la justeza;
por eso él hace lo más que puede con lo poco que tiene;
por eso él siempre hace algo más de lo que es obligatorio hacer.
Es esperancista quien le reconoce a todo ser humano su facultad de elegir ser esperancista.
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